A menudo escuchamos a expertos en comunicación afirmar que la clave para una buena presentación es la preparación.. Pero, ¿esto significa que improvisar no es una opción válida?
La verdad es que tanto la preparación como la improvisación tienen sus méritos y desventajas. Todo depende del contexto, el público y el propósito de la comunicación.
Si se trata de una exposición formal en un entorno profesional, es importante dedicar tiempo a la preparación. Esto involucra investigar sobre el tema, estructurar la presentación, preparar materiales visuales y practicar. De esta manera, se pueden anticipar posibles preguntas y contratiempos, y se puede transmitir con claridad y coherencia las ideas.
Por otro lado, hay situaciones en las que la improvisación es necesaria, como en una reunión informal con amigos o una entrevista en vivo. En estos casos, la clave es tener una buena base de conocimiento sobre el tema, confianza en uno mismo y habilidades de comunicación efectivas para desenvolverse de forma natural.
Aunque ambos enfoques tienen sus beneficios, debe tenerse en cuenta que la improvisación puede ser arriesgada. Es posible que no se transmita el mensaje de manera clara, que se utilicen palabras inapropiadas o que se pierda la atención del público. La preparación, en cambio, permite controlar los detalles y reducir el margen de error.
En ciertas circunstancias, puede ser beneficial combinar ambas estrategias. Por ejemplo, tener una estructura básica preparada pero permitirse cierta flexibilidad para adaptarse a las necesidades del público o responder a preguntas inesperadas.
En resumen, no existe una respuesta definitiva a la pregunta sobre si es mejor hablar con preparación o improvisar. Lo importante es evaluar cada situación, analizar los objetivos y adaptarse al contexto. Con la práctica y la experiencia, se puede encontrar un equilibrio entre ambos enfoques y mejorar nuestra habilidad de comunicación
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