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Writing is my art. I describe existence by drawing straight lines. Outlining infinity on sheets of paper. I write things so sublime that I think of the spiritual connection it implies. We are matter in motion. All this is geometry crushed into pigments. I draw lines between the mountains. They refuse to stay straight and I reconfigure them, like the god Bacchus. If you were that being reading these lines, you would surely live in another continent and call yourself X. But I would feel like calling you Cielo or Alexandra. For sure you would not pass by some avenue at twelve o'clock in the day. The sun would be stripping the last vestiges of some poor man lying in the street. And you'd have a fence of sticks to hang your clothes on. Some remnants of blue would paint whatever it was that indicated a direction. At a latitude. You could call it a shack. Or restaurant, coffee shop, but you're obviously not going to believe it. You could set up a booth to connect people to the Internet and you'd spend three hundred and sixty-six minutes fixing two little fry that were brought in from OSeanFox (I just made that up) and then you're going to write or narrate, whatever the fuck you feel like, or the fucking host. Depending on how you look at it and any bartender. In any city in Holland. Or Brunei for that matter. He will have one of these luxury counters. The fucker knows how to juggle his cocktails and he'll make you a daiquiri. And you will say, and the beautiful Alexandra. She hasn't gone for tobacco (that's for sure) and since I've been generous and I still have to show you the way of art. And if necessary. Show how easily I can use these letters at will. I'm going to kill several birds with one dart. Give me a double shot, you damn bartender. I'm sure you think I don't know, that you're smuggling alcohol from the UK or Saudi Arabia. But I don't care. Here we are to draw how to make a rustic plank boat, throw it into the sea and dawn it on another continent. People are drowning. Bombs are being dropped, but we can quietly read a game from the Diary.
I take two pictures of a poppy. I tag some faces, a rocket and the cloud. I'm sure they think I'm an idiot. Two buses were blown up this morning. The shrapnel scattered over fifty meters. Among the smoke and metal you can pick up bodies. Try to revive them. Delineate some outline that does not carry the red. Use blurring on the asphalt. To take a double drink. To hope that tomorrow, tomorrow's tomorrow. To be an invisible thread that connects the whole web. I'm going to pull out a gun. I'm going to force you to take it with your teeth shattered and you're going to feel on your tongue the taste, of steel in the form of death.
I don't need to open my eyes. I write as if the blood is flowing onto the paper. It is the universe writing. We leave millions of flowers uncovered. Buried among scrap and concrete. The taste of marzu cheese (oh worms) is so delicious it melts in my mouth. I wait for Alexandra. She's gone to buy margaritas. I have to be pointing an Ak47 at the fucking bartender. That doesn't make me happy. It makes me noticeably uncomfortable. Always one step ahead of these rustlers. When I get to the United States I'm going to make a big deal out of it. No writing bullshit. I'm going to spread Alejandra's daisies (damn drunks who translate, it wasn't Alexandra) that at any moment she should be back. She doesn't like violence. So when I walk through that door. I'm going to hide the gun. But watch out, you'll die on me.
If you were Alexandra, I could crack hearts like cracking walnuts. You'd know what a storm is, about to dissipate at sea. We'd have snails and seven hundred pelicans. The plastic tide, would help me float. Would you love plastic? Would you love civet coffee? Would you like me to tell you about SolAngel? Or would you like to publish the bestsellers I can write? It's so easy for me to bend language. I defragment it, transform it into digestible sequences. In seconds it will be fifty minutes past one, I've held the gun so long my vision blurs. The plan is screwed. I feel the first shots. People are dying in the streets. From the flower store. I feel the bullets drawing sinusoidal curves. Alejandra runs and falls like a beloved string doll (yes string). Her face is that unknown gold work that the red dyes. She brings the daisies. She tied them harmoniously as only she knows how. They are those hands that I kiss in the silence. They are that illusory time when I react and the time when I walked under the sun. Where the projects were left. The neighborhood. The fairs. They become a crude copy of oblivion. Then the AKM spits its lead. It plucks the daisies and destroys everything that breathes and threatens to live.

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La escritura es mi arte. Describo la existencia trazando rectas. Delineando la infinidad en hojas de papel. Escribo cosas tan sublimes que pienso en la conexión espiritual que esto implica. Somos materia en movimiento. Todo esto es la geometría triturada en pigmentos. Dibujo líneas entre las montañas. Se niegan a permanecer rectas y las reconfiguro, como el dios Baco. Si fueras ese ser que lees estas líneas, seguro vivirías en otro continente y te llamarás X. Pero me daría la gana de llamarte Cielo o Alexandra. De seguro no pasarías por alguna avenida a las doce del día. El sol estaría despojando de sus últimos vestigios a algún pobre tirado en la calle. Y tendrías una cerca de palitos para colgar la ropa. Algunos restos de azul pintarían lo que fuera que indicara una dirección. En una latitud. Le podrías llamar choza. O restaurante, cafetería, pero es obvio que no lo vas a creer. Podrías poner un puesto para conectar personas a Internet y pasarías trescientos sesenta y seis minutos arreglando dos pequeños alevines que trajeron del OSeanFox (me lo acabo de inventar) y que luego vas a escribir o narrar, lo que se te de la puta gana, o la jodida hostia. Según como lo mires y cualquier barman. En cualquier ciudad de holanda. O de Brunei da igual. Tendrá uno de estos mostradores de lujos. El jodido sabe hacer malabares con sus cocteles y te va a preparar un daiquiri. Y dirás, y la bella Alexandra. Pos no ha ido por tabaco (eso está claro) y como he sido generoso y todavía tengo que mostrarte el camino del arte. Y si fuere necesario. Mostrar lo fácil que puedo usar estas letras al antojo. Voy a matar varios pájaros con un solo dardo. Póngame un trago doble, maldito Barman. Seguro piensa que no sé, que está contrabandeando el alcohol del Reino Unido o de Arabia Saudita. Pero es que me da igual. Aquí estamos para dibujar cómo se hace un barco de tablas rústicas, se echa al mar y se amanece en otro continente. La gente se está ahogando. Se tiran bombas, pero podemos leer tranquilamente un juego del Diario.
Cojo dos fotos de una amapola. Le etiqueto a unas caritas, un cohete y a la nube. Seguro piensan que soy idiota. Esta mañana han reventado dos guaguas. Las esquirlas esparcidas en cincuenta metros. Entre el humo y el metal se pueden recoger cuerpos. Tratar de revivirlos. Delinear algún contorno que no lleve el rojo. Usar difuminado en el asfalto. Tomarte un trago doble. Esperar que el mañana, del mañana. Sea un hilo invisible que conecte todo el entramado. Voy a sacar una pistola. Te voy a obligar a que la tomes con los dientes destrozados y vas a sentir en la lengua el sabor, del acero en forma de muerte.
No necesito abrir los ojos. Escribo como si la sangre fluyera al papel. Es el universo escribiendo. Dejamos millones de flores al descubierto. Enterradas entre chatarra y concreto. El sabor del queso marzu (oh gusanos) es tan delicioso que se derrite en la boca. Espero a Alexandra. Ha ido a comprar margaritas. Yo tengo que estar apuntando con una Ak47 al puto Barman. Eso no me hace feliz. Me incomoda notablemente. Siempre un paso por delante de estos cuatreros. Cuando llegue a Estados Unidos voy a armar la gorda. Nada de escribir pendejadas. Voy a ir esparciendo las margaritas de Alejandra (malditos borrachos que traducen, no era Alexandra) que en cualquier momento debe regresar. A ella no le gusta la violencia. Así que cuando entre por esa puerta. Voy a ocultar la pistola. Pero ojito, que te me mueres.
Si fueras Alexandra, podría arrancar corazones como se cascan nueces. Sabrías lo que es una tormenta, a punto de disiparse en el mar. Tendríamos caracoles y setecientos pelicanos. La marea de plástico, me ayudaría a flotar. Llegar al viejo continente y disfrutar la nieve. ¿Amarías el plástico? ¿Amarías el café de civeta? ¿Te gustaría que te hablara de SolAngel? O ¿Quisieras publicarme los bestsellers que puedo escribir? Es tan fácil que doble el lenguaje. Lo desfragmento, lo transformo en secuencias digeribles. En segundos serán la una y cincuenta minutos, he sujetado el fusil tanto tiempo que se me nubla la vista. Se ha jodido el plan. Siento los primeros disparos. La gente está muriendo en las calles. Desde la tienda de flores. Se sienten las balas dibujando curvas sinusoidales. Alejandra corre y cae como una muñeca amada de cuerdas (si cuerda). Su rostro es esa orfebrería desconocida que el rojo tiñe. Trae las margaritas. Las amarró armoniosamente como solo ella sabe. Son esas manos que beso en el silencio. Son ese tiempo ilusorio en que reacciono y el tiempo en que caminaba bajo el sol. Donde quedaron los proyectos. El barrio. Las ferias. Se vuelven una copia burda del olvido. Entonces la AKM escupe su plomo. Deshoja las margaritas y destruye todo lo que respire y amenace con vivir.

@aneukpineung78 , @wakeupkitty