Nuestra buena educación / La generación de ciudadanos con orejas enormes

¿Las personas son como son o los influencia mucho la educación?

La educación de las personas se refleja en la gran mayoría de sus acciones. Es determinante, en primer lugar, la educación que ha tenido el individuo en el hogar. Si en su casa jamás le enseñaron valores, es probable que la persona resulte ser un sujeto fracasado, frustrado, resentido y odiado por todo el mundo. Y, en segundo lugar, está el papel de la escuela, fundamentalmente la primaria, la que puede resultar ser un remedio efectivo como para reforzar los valores o, en su defecto, para enseñar al alumno nuevas reglas que lo conviertan en un mejor ciudadano de su país.

Puede que algunas personas “son como son”, por razones muy complejas; por ejemplo, si se trata de personas con ciertas discapacidades mentales. Sin embargo, muchas de las personas que nacen con determinadas condiciones también son proclives a aprender cosas nuevas.

¿En cuáles acciones o costumbres se refleja más nuestra buena educación?

En casi todo. Incluso en nuestra misma casa. Por ejemplo, ¿por qué no darle las gracias a nuestros niños cuando nos ayudan a hacer cosas sencillas? El saludo por la mañana, la despedida cuando salimos a la calle o por la noche cuando nos vamos a dormir…

Claro, hay veces en que nos dominan nuestros defectos y es allí cuando nos fallan los principios. Pero lo importante es insistir en fallarle a los demás lo menos posible, porque nada es perfecto.

¿Con cuál maestro estás agradecido o recuerdas con cariño? Puedes hablarnos un poco sobre él/ella.

La maestra que recuerdo con un inmenso cariño es a una señora que se tomaba muy a pecho su trabajo y cumplía a cabalidad su sagrada misión. Se llamaba Justina Ocanto. Esta señora fue la que me enseñó con gran esmero, a mí y a mis 30 compañeros en tercer grado, a multiplicar y dividir. Todo un año escolar haciendo cuentas con dichas operaciones.

¿Eras ese tipo de alumno responsable y con ansias de aprender?

Qué va. Yo era un flojote que lo que más me gustaba era la rochela y tenía el defecto de que estudiaba solo cuando se acercaban los exámenes. Bueno, lo otro es que siempre cumplía con hacer las tareas, porque me tocó la época en que las maestras tenían luz verde para caerle a uno a coscorronazo limpio.

¿Qué hace que un maestro sea realmente bueno para formar a sus alumnos para la vida?

Son varias cosas las que influyen, y una de ellas es la vocación de servicio, porque si eres de los que no te gusta cumplir y lo que más te interesa es cobrar cada quincena, pues te encuentras bien desubicado. Lo más triste es que eso es lo que más se ve en el ambiente.

Lo otro es el grado de formación, porque si el maestro no está lo suficientemente entrenado o, dicho sea de paso, si se trata de un ignorante tratando de enseñar a otros, entonces el proceso de enseñanza-aprendizaje se queda en el aparato y lo que resulta de allí es una generación de chicos con orejas de burro en la cabeza.

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