La odio y la amo. Esto NO es una contradicción es una ambivalencia. Esto es que en mi existen esos dos sentimientos hacia mi “Queridamente odiada” profesora Miss Marple. O así era que yo la llamaba, pues me recodaba al famoso personaje detectivesco de Aghata Cristie.

Miss Marple, una mujer ya entrada en años, irradiaba sabiduría y experiencia en cada una de las arrugas, surcos y líneas de expresión que cubrían su rostro. Su cabello plateado, cuidadosamente peinado, blanco por las canas, reflejaba su elegancia y toque de distinción, brindándole un aura angelicalmente perverso, cuando se trataba de enseñarte y corregirte los usos del lenguaje.

La tuve en tres oportunidades como profesora durante mi formación como Lingüista. Quedé prendado de ella, desde el primer día de clases en la asignatura “Retorica 126”. Vestida impecablemente de traje, que le quedaba a la perfección. Transmitía una imagen de seriedad y profesionalismo. Sus ojos brillaban con entusiasmo, con fuego encendido cuando hablaba de lingüística y retórica, su pasión innegable.

Su voz pausada y cautivadora, llena de entonaciones precisas, captaba la atención de todos los estudiantes. Pero no podía ocultar el ligero sonsonete con el acento campesino de alguien criado fuera de la ciudad en el campo.

Cada gesto, cada movimiento de sus manos, estaba cuidadosamente sincronizado con sus palabras, como si estuviera orquestando una orquesta en una sinfonía de comunicación efectiva. Entenderán entonces porqué la amo aunque ya no esté.

Pero, sin embargo, también la odio. Una parte de mí recuerda todavía como nos torturaba dulcemente con su voz y conocimientos.

Podía describir de una manera angelical y diabólica tus éxitos. Así como, destrozarte con mucha suavidad cuando fallabas o no alcanzabas sus estándares.

En una ocasión, un compañero de clases, presentó un ensayo sobre la importancia de la persuasión en la comunicación. La profesora, con su irónica sonrisa, elogió su elección de palabras y estructura, pero señaló con sutilmente que su argumento carecía de coherencia y evidencia sólida. "Construiste un hermoso castillo de naipes en el lugar que más sopla el viento".

En otra oportunidad, durante un debate sobre la retórica en la política, un estudiante argumentó que los políticos siempre decían la verdad. Miss Marple, con su sonrisita, respondió: "Claro, Claro. Ayer el presidente nos aseveró que vendrá a esta ciudad cabalgando a lomos de un unicornio".

Y continuo: “Tal vez debería considerar tomar clases de buceo si quiere alcanzar la cumbre de un "A+" en esta asignatura. Sus palabras resonaron en mi mente, dejándome reflexionando sobre mi actitud hacia la materia. Pues funcionó para mi, pues aprendí a bucear para escalar las altas cumbre de la lingüística.Pero entenderán que aunque la amo por todo lo que me transmitió, la odio por su dulcemente cruel maltrato.

La amo y la odio, Miss Marple.

I hate her and I love her. This is NOT a contradiction, it is an ambivalence. This is because in me there are those two feelings towards my “Dearly Hated” teacher Miss Marple. Or that's what I called her, because she reminded me of the famous detective character Aghata Cristie.

Miss Marple, a woman already in years, radiated wisdom and experience in each of the wrinkles, furrows and expression lines that covered her face. Her silver hair, carefully combed, white with gray, reflected her elegance and touch of distinction, giving her an angelically perverse aura, when it came to teaching and correcting you the uses of language.

I had her on three occasions as a teacher during my training as a Linguist. I was in love with her, from the first day of her classes in the subject “Rhetoric 126”. She was impeccably dressed in a suit, which fit her perfectly. She conveyed an image of seriousness and professionalism. Her eyes shone with enthusiasm, a fire burning when she spoke of linguistics and rhetoric, her passion undeniable.

Her slow and captivating voice, full of precise intonations, captured the attention of all the students. But she couldn't hide the light lilt with the peasant accent of someone raised outside the city in the countryside.

Every gesture of hers, every movement of her hands, was carefully synchronized with her words, as if she were orchestrating an orchestra in a symphony of effective communication. You will understand then why I love her even though she is no longer here.

But yet, I also hate her. A part of me still remembers how she sweetly tortured us with her voice and knowledge.

Miss Marple was incisively biting and charmingly cruel when it came to verbal games. She filled her speeches with flourishes and pleonasms, telling us: “before you choose the path of redundancy, write a beautiful text where I can read a charming pleonasm.”

She could describe your successes in an angelic and diabolical way. As well as, tearing you down very gently when you failed or didn't meet his standards.

_{^{Imagen de @joslud en Ideaogram.ai}}

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I didn't escape her flourishes either. After getting a D- on my essay on oxymorons. I went to her office to clarify doubts about the low rating. Miss Marple, although understanding, did not hesitate to be sweetly cynical when she said: "Your love of the subject has lately been like the oxymoron that is your life: Deeply Superficial."

And she continued: “Maybe you should consider taking diving classes if you want to reach the pinnacle of an "A+" in this subject.

Her words resonated in my mind, leaving me reflecting on my attitude toward the matter. Well, it worked for me, because I learned to scuba dive to climb the high peaks of linguistics. But you will understand that although I love her for everything she transmitted to me, I hate her for the sweetly cruel mistreatment of her.

I love you and I hate you, Miss Marple.

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Fuentes

Bases del Concurso: "Advent-Contest Nr.1 by @weisser-rabe

Sources & Imágenes

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