Allí comenzaron los problemas de Ernesto, porque nunca había montado a caballo, así que entre Mirna y sus hermanos lo montaron como si fuera un niño, y lo llevaron con sumo cuidado.

Durante toda la estadía, Ernesto fue muy bien atendido por la familia de Mirna, pero él jamás se había sentido tan inútil y apenado como ahora, no sabía montar a caballo, ni ordeñar a las vacas, ni cantar, ni mucho menos se atrevería a nadar en esa laguna plagada de "anguilas eléctricas" donde Mirna nadaba tan confiada y feliz.

De regreso a Caracas, Ernesto se sentía como si lo hubiesen caído a golpes, le dolía todo el cuerpo, pero, sobre todo, la espalda y los glúteos, de algo estaba seguro no volvería a ir al llano, el asunto era cómo decírselo a Mirna, y cómo ella lo irá a tomar.

Fue así como llegaron al acuerdo de mantener su relación alejados de la familia de ambos, y al principio funcionó, pero al llegar las vacaciones Ernesto quería ir a Norte América, Europa, o a alguna isla del Caribe, mientras que Mirna prefería ir para su finca del llano.

Cuando Ernesto se fue a Turquía, y Mirna se fue para casa de su familia, un amigo de ambos se fue con ella, y aunque tampoco sabía nada del llano, hizo el esfuerzo por aprender, y se bañó en la laguna de las anguilas eléctricas con Mirna, muerto de miedo, pero dispuesto a morir electrocutado, solo por estar cerca de ella.

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