Fuente
Cada una de nosotras existe para un solo propósito: traer gloria a Dios. Fuimos creadas por Él y para Él.
Sin embargo, hay una batalla dentro y fuera de nuestro corazón. Hay una lucha, hay un enemigo que quiere destruirnos con sus mentiras. Nuestra vida misma depende de si seguimos la VERDAD.
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La meta del apóstol Pablo era que la gloria de Cristo fuese valorada en el mundo entero por sobre toda otra cosa creada. Nuestro anhelo como Sus hijas redimidas debe ser el anhelo del apóstol Pablo; que Él obtenga toda la gloria debida a Su nombre (Rom. 16:27). Nuestro anhelo debe ser que Sus virtudes sean vistas como gloriosas sobre toda idea, concepto, posesión, persona, filosofía, cultura o corriente de pensamiento.
No todo está perdido. Servimos a un Dios que está redimiendo todas las cosas y Él nos capacita a través de Su Espíritu para vivir de una forma que traiga gloria a Su nombre, que apunte al evangelio de Cristo. Ese mismo poder nos equipa y nos envía a enseñar a otras mujeres el camino de Su verdad (Tito 2:3-5).
El mundo y las familias de hoy necesitan más mujeres de valentía, de fe, de visión y de acción; Déboras que se levanten para desafiar y retar a la cultura modelando y viviendo los principios de la Palabra de Dios; mujeres que ayuden a restaurar los muros de las familias por medio de vidas rendidas y de testimonios que glorifiquen a su Creador.
Y Dios está llamando a las mujeres a volver a las sendas antiguas: Paraos en los caminos y mirad, y preguntad por los senderos antiguos cuál es el buen camino, y andad por él; y hallaréis descanso para vuestras almas (Jer. 6:16).
Debemos dolernos por el estado en que está la mujer alrededor del mundo; y aun en nuestras mismas iglesias. Debemos pedirle a Dios que nos dé la compasión necesaria que nos lleve a la acción. Él dejó sus instrucciones para nosotras en la Palabra acerca de cómo hemos de vivir. Como sus hijas estamos llamadas a tener un efecto preservador en la sociedad y a manifestar Su reino aquí en la Tierra.
A diferencia de otras revoluciones, esta no va a requerir que marchemos por las calles, enviemos cartas al Congreso de la nación, o cosas por el estilo. Requerirá que nos humillemos, que seamos instruidas, que afirmemos y vivamos el patrón bíblico de la feminidad bíblica y que enseñemos los caminos de Dios a la próxima generación. Tendrá lugar primeramente desde nuestras rodillas.
La única forma de hacerlo es obteniendo una visión grandiosa de la gloria de Jesucristo y siendo empoderadas por el poder de Su Espíritu para lograrlo. Oremos que Dios levante un ejército de mujeres dispuestas a vivir contraculturalmente para resistir las mentiras del enemigo, fortalecidas con todo poder según la potencia de Su gloria, para que podamos perseverar de manera paciente y con gozo en medio de esta generación en la que nos ha tocado vivir (Col. 1:10-11).
Cuando oramos que nuestras vidas lo glorifiquen, lo que realmente estamos orando es que nuestro «yo» sea humillado porque no es posible mostrar el poder, la gloria y la hermosura de Dios y al mismo tiempo glorificarnos o autodefinirnos a nosotras mismas. Debemos estar dispuestas y preparadas para perder nuestras vidas a fin de ganar a Cristo, sin preocuparnos de perder otras cosas que atesoramos o ambicionamos
Gracias por tomar tu tiempo en mi blog, @auriluz. Bendiciones
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