Mi nombre es Carolina y quiero compartir con ustedes lo que me pasó, mi intención es que la enseñanza que me ha dejado esta experiencia sea de bendición para todos.

     Era viernes y el cuerpo lo sabía. Estaba en el trabajo y me puse a terminar de arreglar una mercancía que había llegado el día anterior. Había tomado 4 latas de fondo activado gris y cuando las estaba colocando en su sitio, una lata se me resbaló, cayó al suelo, se abrió y se desparramó todo su contenido. Lo primero que vino a mi mente fue: ¡MI PAPÁ ME VA A REGAÑAR!

     Mi papá se llama Álvaro, él escuchó cuando eso se cayó y el quejido que hice, salió corriendo a donde yo estaba y vio el desastre. El me dijo con mucha ternura: ¡Tranquila! eso le puede pasar a cualquiera. Yo lo voy a limpiar. Y le dije que yo misma iba a hacerlo, yo lo iba a arreglar. Y me dijo otra vez: ¡Yo lo hago! No quiero que te ensucies las manitos.

     En esta escena pude ver a Dios, nuestro Padre. Cuántas veces la hemos embarrado, queremos solucionarlo en nuestras propias fuerzas, y Él con ternura viene a nosotros y nos dice: ¡Yo lo arreglo! ¡Yo tengo el control! ¡Yo lo limpio! ¡Déjame a mí actuar a tu favor!

¡WOW!

     Una situación que me pasó y que en otras circunstancias con total seguridad, pude haber dicho: ¡Que salada estoy! ¡Esto solo me pasa a mí! ¡Que mala suerte la mía! Pero, fue allí donde pude ver el amor de Dios hacia mí.

Dios es muy Bueno y Amoroso. Para siempre es su misericordia.