Jesús sabía que el desánimo sería uno de los enemigos a derrotar en la vida de sus discípulos. La disparidad entre el esfuerzo invertido y los frutos cosechados los llevaría a cuestionar si un proyecto realmente valía el sacrificio que exigía. Por esto, en diferentes ocasiones les advirtió que debían tener perseverancia en el camino que les había señalado.

Compartió la parábola de la viuda con el juez injusto, en Lucas 18.1-8, como parte de ese proceso de formar en ellos esta característica. Su intención, según el autor, era la de enseñarles «sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar» (v. 1). La viuda, que es el personaje principal de la historia, logra reivindicar su situación mediante una porfiada insistencia que no admite una negativa por parte del juez injusto. La inacción de él no la disuade. Lo acaba agotando con sus reclamos de una solución justa para la situación que enfrenta.

Jesús nos señala, en la conclusión de la parábola, cuál es el ingrediente que permite mantener viva esta obstinación cuando todo invita a claudicar. Lo hace por medio de una pregunta comprometedora: cuando él regrese «¿hallará en la tierra?» (v. 8).

La fe es una férrea convicción de que algo inexistente en nuestro presente se convertirá en una realidad, visible y palpable, en nuestro futuro, la cual Puede tratarse de un ministerio, una conversión, o la transformación de un pueblo, El elemento que une a todos estos objetivos en uno es la convicción inamovible he inquebrantable que, en algún momento, estos dejarán de ser un sueño y se volverá una realidad incontrovertible, en nuestras vidas.Esta fe puede mantenerse vigorosa cuando existe una férrea convicción de que dios se deleita en responder a las peticiones de sus hijos.