A menudo he argumentado con Dios y le he dado mi consejo acerca de como debiera hacer las cosas, le he enviado abundantes soluciones como si él no supiera lo que conviene hacer.

Cuando vivía en la India utilizaba una motoneta para trasladarme, cierto día iba por una calle llena de carros, bicicletas, burros, carretas tiradas por bueyes, y repentinamente un hombre cruzo frente a mi motoneta, frene bruscamente, pero no a tiempo como para evitar un accidente. El hombre herido fue llevado al hospital, donde permaneció inconsciente ocho días.

Entonces importune a Dios con mis oraciones para decirle lo que debía hacer, señor, tienes que salvar la vida de ese hombre, te ruego que ayudes a los médicos a hacer lo necesario para que viva, el hombre murió y como Dios no contesto mis oraciones me enojé mucho, a la barrera de sugerir soluciones añadí la de juzgar a otras personas.

Dios, le dije, eres tan cruel, hubieras podido sanarlo, pero no lo hiciste, estoy enojado contigo, no volveré a hablarte, y no lo hice durante dos años, me arrodillaba junto a mi cama y fingía que oraba para que mi esposo no supiera como me sentía, iba a la iglesia, pero no tenia ninguna relación con Dios, había construido barreras, me negaba a hablar con Dios.

Cierto día vino una mujer harapienta a pedirme comida, pero la despedí con palabras descorteses y crueles, mi esposo vio y oyó lo que me sucedía, aunque sabia muy bien lo que andaba mal en mi, yo sabia que debía destruir las barreras, que Jesús tenia que volver a ser mi amigo.

Dios, oré, se que actué neciamente al aconsejarte lo que tenias que hacer, pero ya no argumentare mas contigo, confiare en que tu harás lo que mas convenga, ayúdame a destruir las barreras, ay del que pleitea con su hacedor el que es solo un tiesto entre los tiestos, dirá el barro al que lo labra, que haces, dirá tu obra, no tienes manos, mi fe en Dios me ha despertado espiritualmente, enriqueciéndome con el gran amor que siento por todo lo que Dios ha creado.

El espíritu de Dios es luz radiante que resplandece en nosotros como energía divina, la luz de Dios en nosotros es una conexión inmediata y constante con toda la sabiduría que necesitamos para ofrecer ayuda a otros.