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¿Alguna vez ha tenido un día en el que todo le salió mal? Los perros del vecino ladran toda la noche y no puedes dormir. Derramas café sobre tu blusa favorita. El auto tiene llantas pinchadas. Superas el límite de velocidad porque llegas tarde y te dan una multa. Terminas preguntándote qué más podría salir mal.
En días como estos, es difícil encontrar una razón para regocijarse. ¿Cómo podemos ser felices cuando nos golpea otro desastre cada vez que nos damos la vuelta? En lugar de saludar a todos con una sonrisa, en los días deprimentes tendemos a estar de mal humor o arrepentidos. A todos los que parezcan dispuestos a escuchar, les contamos las desgracias que debemos vivir.
Regocijarse en el Señor no es cuestión de circunstancias, sino de voluntad. Podemos elegir recordar al Dios de nuestra salvación y ser felices con su amor. No importa cuántas cosas salgan mal, tenemos mucho más por lo que estar agradecidos, debido a la gracia de Dios.
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Es soberbio. Con su ayuda, podemos superar la ansiedad de nuestras circunstancias para encontrar paz y satisfacción. No importa lo que suceda en nuestras vidas, otros verán el gozo de Dios.
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