Escucho el silencio que me arropa la soledad de mi estudio, mientras observo con deleite el cuadro. Me percato que el personaje de la pintura, sin duda alguna, está escuchando el canto de la naturaleza; inmerso en un acto de comunión con la vida.

Se encuentra inmerso en ese instante fugaz en el que se reduce la existencia y se adjetiva la vida. Aquí encontramos el cliché. No se me malentienda, no pretendo reducir mi comentario, sino todo lo contrario, subrayar mi limitación argumentativa ante tanta belleza: tanto del cuadro, como de la vida.

Fuente de la imagen.

Me atrevo a emplear la palabra cliché, como un señalamiento a lo que colectiva e individualmente está pasando con la vida; se está volviendo un mecanismo de inmediatez y desazón. El cuadro me lo está recordando.

Baste con observar con deleite la obra para darnos cuenta de lo que nos estamos perdiendo. Por supuesto que estoy generalizando; sin duda alguna hay seres humanos que viven como el personaje de la pintura: en una calma y gozo existencial.

Al observar la imagen, me embarga una sensación de tranquilidad. No solo intuyo, sino que siento cómo se conecta con su propio ser. Ese es el aspecto que me atrevo a rescatar y sugerir para que usted, hipotético lector, desde una perspectiva hermenéutica aguce la mirada.

Por supuesto, es solo una sugerencia. Puesto que como se observa en el cuadro y es uno de los componentes del arte, el espectador debe tener plena libertad para admirar la obra. Con ello, seguro estoy apreciará que la vida no es un cliché.

Invito a ésta iniciativa a @franyeligonzalez, @adeljose y @rosselena.