Reciban mis saludos cordiales, estimados lectores.

A propósito de ser hoy Viernes Santo, les dedico este poema que espero sea de su agrado.

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Fuente: Los Tiempos

Pesado madero que llevo a cuestas

Pesado madero que llevo a cuestas,
rasgan tus astillas la piel ya flagelada
de mis hombros y de mi espalda.
Tu peso duele tanto
como dolorosas son las tristes miradas
de los peregrinos y los pobladores
que circunvalan mi camino,
vociferando a mi favor o en mi contra.
Laceran tanto como duelen los escupitajos
o las risas de los profanos
que me lanzan piedras y me culpan de sus pecados.
Hieren tanto como las negativas de mis cófrades
en la cena de anoche.

Pesado madero que llevo a cuestas,
voy cargando mi destino por estas calles de piedras,
ciegas de dolor y de justicia,
donde mi triste madre llora piedad
aunque la algarabía silencie su súplica.

¿De dónde provienes, pesado madero que llevo a cuestas?
¿Qué ignotas manos te han tallado?
Ya sin savia, tus venas sucumbieron, insalvables,
pero, incluso así, bajo tus ángulos, me cobijo.
¿Cuántos destinos, antes del mío,
acompañaste en este doloroso calvario
que lleva al Gólgota?

Pesado madero que sostienes mi cuerpo,
¿es esta la cruz de mi misión?
¿son estos clavos los que me aferrarán a mi destino?
¿serás tú, erguido madero, el signo de mi fe?

Duele mucho esta lanzada en mi costado...
Llega pronto, hora nona…
Y tú, triste madero, sostén mi infinito,
mis últimos suspiros, mi última plegaria...