María era una mujer hermosa que vivía en la ciudad de Maturín. Se levantaba muy temprano, hacía café y domplinas para desayunar. A ella le gustaba estudiar e iba todos los días para la escuela a ejercitarse. Después, se arreglaba para ir al trabajo.

Una mañana se encontró con Alberto quien estuvo enamorado de ella desde que eran adolescentes. Pero el encuentro no fue casual, pues Alberto le regaló unas pulseras.

María, haciéndose la desencantada, le dijo:

-No importa lo que cueste y brillen las pulseras, si no el amor con que se regala, ese amor debe ser sincero, humilde y capaz de perdurar en el tiempo a través de los años.

Alberto le sonrió tímidamente.

Esa misma mañana, María conocería a Pedro un hombre humilde que se encontraba en la frutería. Ella sintió mariposas en su estómago.

Entretanto, Alberto que la siguió de cerca vio como los ojos de María brillaban por aquel hombre. Los celos se le subieron a la cabeza y decidió enfrentar el momento.

-Estimado caballero, debo decirle que a la dama a quien le coquetea es la mujer de mis sueños. Si usted la quiere ganar tiene que primero aceptar mi reto en dejarla tranquila, -dijo Alberto con vehemencia.

María miró hacia el cielo que estaba gris. Algo extraño iba a pasar y ella era la causante de la disputa.

Maria se dijo entonces: "No voy hacer la causante de una disputa entre estos dos maravillosos hombres, me iré lejos y hare lo que más me gusta, salir con mis amigas, viajar, reír, compartir, soñar, estudiar, conocer muchos lugares y luego de todo esto, tendré la oportunidad de saber quién me quiso, amo y espero por mi durante todo este tiempo". Si Alberto el regala pulsera o Pedro, ese humilde hombre de la frutería.

Y sino es ninguno de ellos, alguien mejor aparecerá en mi camino, para darme muchas satisfacciones, las cuales harán de mi un ser humano inolvidable, capaz de amar, respetar, comprender, tolerar, apoyar y valorar a ese hombre, que compartirá conmigo un camino lleno de amor, el cual debemos de ir regando juntos cada día, para que este no muera y sea cada vez más fuerte e indestructible y que a pesar de los años, perdure para siempre.

Para culminar, puedo decirles, que el amor es como una planta, la cual diariamente debemos de cuidar y proteger, para que esta florezca cada día y no muere.

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