Los espejos no mienten

in hive-108800 •  3 days ago 

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Ella, Carolina Sierralta, estaba consciente de que su fijación por los espejos había sido una consecuencia más de su atolondrada relación con Mariano Izaguirre, aquel madrileño desquiciado que falleció cuando el globo aerostático en que viajaba se incendió en el aire. Nunca más pudo olvidar cómo aprovechaba ese hombre todo cuanto tenía a su disposición para convertir la existencia en una sucesión de momentos maravillosos. Los espejos, aseguraba él, repiten lo que hacemos para que lo disfrutemos dos veces y nos obligan a que hagamos mejor las cosas porque a nadie le gusta observarse ni que lo observen sin estilo ni gracia.

Hacía ya cinco años que Mariano se había marchado de este mundo y, aunque a ella nunca le habían faltado pretendientes, jamás pudo volver a consolidar una relación seria, ya que de manera inevitable asociaba las virtudes de los aspirantes con su comportamiento u opinión ante los espejos. A Rogelio, un apuesto arquitecto que llegó a la ciudad contratado por el gobierno para construir un museo, estuvo a punto de aceptarlo en su anhelante corazón, pero desistió de ello cuando se dio cuenta de que aquel sujeto era un narcisista que se detenía, unas veces de manera furtiva y otras sin ninguna discreción, a mirarse con detenimiento y arrobo en cualquier superficie que reflejara su imagen. Le gustan los espejos, se dijo, pero solo para su contemplación; y se alejó definitivamente de él.

William Cáceres, quien estudió literatura europea en Francia y era hijo del propietario de la empresa en que Carolina trabajaba, intentó durante varias semanas seducirla; ella se sintió atraída, en verdad, por la educada cascada de su voz y por los refinados gestos que parecían tener todo calculado, sin embargo, nada le importaban los espejos a ese hombre tan inteligente. Jamás le dirigió una mirada al que estaba en la recepción ni siquiera para comprobar si era su rostro el que se revelaba allí; nunca se quedó tampoco unos segundos observándose en el espejo del ascensor para verificar, al menos, si no había alguna imperfección en su indumentaria o su peinado.

En cierta ocasión en que Carolina dijo junto a él que necesitaba un espejo para retocarse, el señorito Cáceres le comentó, de manera muy formal, que en el fondo misterioso de esa superficie puede quedarse atrapada el alma de la gente y que cuando se rompe un espejo todas las personas que se han mirado en él pierden un poco de su esencia vital. Ella lo miró sin contestar nada, pero desde aquel instante supo que nada podía pasar entre ellos dos.

El día en que Eduardo Rivas, el nuevo administrador de la empresa, comentó sin prestar mucha atención a lo que hablaba, que todo cuanto hacía lo practicaba antes delante de un espejo, porque este era la mejor herramienta que existía para corregir y disfrutar las actividades que debía enfrentar, Carolina comenzó a prestarle atención porque su actitud se encontraba en la misma onda del recordado Mariano Izaguirre… Salieron y se divirtieron durante más de un mes; ella estaba fascinada con sus maneras audaces de enfrentar desde las más simples hasta las más complicadas situaciones y, sobre todo, por su equilibrada actitud ante la realidad.

Llegó, al fin, la noche en que ambos, después de una deslumbrante fiesta, tuvieron que dormir juntos en casa de la mujer. A pesar de que se sentía un poco nerviosa, Carolina estaba feliz porque ahora sí había encontrado a alguien que parecía llenar sus expectativas. Cuando entraron a la habitación, Eduardo se quedó deslumbrado, mirando azorado hacia arriba, hacia las paredes laterales, hacia el fondo del recinto, y preguntó consternado: ¿Por qué hay espejos hasta en el techo? Carolina no dijo nada, agachó la cabeza y le señaló con la mano la salida.




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Invito al amigo @joshdavid a participar en esta edición de Arte y escritura.

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Gracias por publicar en #VenezolanosSteem
Mariano Izaguirre nunca salió ni de la vida de Carolina Sierralta ni de su casa. Su presencia estaba en todos los lugares, sobre todo en aquellos donde había espejos.

A veces decidimos vivir más de los recuerdos que del presente. Ese tema lo has abordado de manera magistral en tu texto.

Gracias por estar. Un abrazo.

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Quería resaltar también al final del relato que existen hombres "caídos de la mata" que no ven segundas intenciones y hacen preguntas que desbaratan la atmósfera de la situación. Gracias por sus excelentes observaciones y por la verificación, amiga. Un gran saludo.

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