Por fin es fin de semana y Rosel no podía estar más emocionada. Ha estado esperando que este fin de semana llegara ya que las fiestas del pueblo han llegado, es una festividad que dura todo el fin de semana para celebrar el día del santo patróno de su pueblo. Rosel ha estado esperando con ansias este día desde que sus primas mayores le hablaron al respecto. Contando lo que vivieron el año anterior. La música en vivo. Mucho baile, comida y buena compañía. Sin embargo este año se espera que se mucho mejor que el anterior.

Rosel hablo con sus padres para pedir permiso, ya que a pesar de tener sus diez y ocho años, es una mujer y su padre siendo un señor sobreprotector no permite que su única hija vaya sola a un evento de este tipo y menos de noche. Así que le puso una serie de condiciones; tiene que ir acompañada con alguien mayor que ella, tienen que ir al menos dos hombres y el permiso es hasta más tardar la media noche.

Emocionada por estar en el lugar de la fiesta, Rosel junto a sus primas y los novios de estas comenzaron a disfrutar de lo que tenía el evento para ofrecer. Bailando a más no poder, comer lo que ofrecían los puestos y hablar de todo un poco. Las risas y buenos momentos no faltaron. Lo estaba pasando tan bien que se le pasó la hora, era más de la media noche cuando asustada le dijo a sus acompañantes que era hora de irse.

Al llegar a su casa desde lejos pudo ver a su padre esperando afuera de su casa con las manos en la cintura. Eso no podía ser bueno. Así que con temor y valentía, llegó hasta donde la esperaba su papá preparada mentalmente para recibir en el mejor de los casos un regaño, o ser castigada sin salir de fiesta.