Somos dioses en nuestro propio templo

No recuerdo con exactitud cuántos años tenía cuando vi por vez primera un episodio de los Caballeros del Zodiaco y es donde conocí a dos diosas olímpicas una era Atenea y la otra Artemisa. Siendo ese momento un vago recuerdo que mantengo vivo. Nunca fui fanático a los animes. Muchos dicen que soy raro por eso, pero lo común me da alergía. (Ja, ja, ja).

Años más tarde me encuentro una asignatura universitaria fastidiosita pero interesante al mismo tiempo porque despertó en mí la curiosidad en seres “sobrenaturales” y totalmente nuevos anti mi saber: Los dioses griegos. En Literatura Grecolatina tuve que leer repetidas veces La Iliada, La Odisea, La Eneida. Con ellas me perdía mucho antes de lograr comprenderlas y mucho más al entretenerme imaginando a los dioses que se mencionan en sus historias: Zeus, Hermes, Afrodita, Poseidón, Hades, Ares, Apolo, Hefestos, Hera, y por supuesto a esas dos mencionadas y conocidas en aquel anime de la infancia Atenea y Artemisa.

Eso fue un abrebocas de lo que vendría. Me encanta escudriñar aquí, allí, allá, acá y toparme con cuantas deidades pudiesen existir en las diferentes culturas del mundo. De esa manera aprehendo y aprendo algo de ellos. Reconozco la perfección de la imperfección misma en ellos y así me he ido formando como politeísta. Para el año 2016 recuerdo que le pedí a Jenireq Candurí (colega a quien llamo Jenidusa por haber interpretado el papel de Medusa en una obra teatral) que me hiciera unos marca libros de dos deidades Hermes y Atenea. Luego vino un intento de tótem que ella misma diseño partiendo de la idea que le daba. Este contenía un león parado de frente, una cobra enrollada sobre él pero que su cabeza salía por la parte de abajo, un águila que posa en forma de cazadora sobre el lomo del león y la vara de Hermes.