Lucien escuchaba cómo llamaban a su puerta. Era la quinta vez en esta semana. La vigésimo segunda en lo que iba de mes. Las pocas veces que no podía escapar de los hombres y de su propuesta, Lucien se comportaba y los escuchaba con atención. Les dejaba saber que le interesaba lo que le sugerían, pero que estaba esperando a alguien antes de poder vender.

Esos hombres citadinos hablaban su mismo idioma. La única variación que se interponía en la comunicación era el acento que denotaba los orígenes costeros de Lucien Dubois.

Una mañana, mientras bebía té a orillas del mar, Lucien divisó el Monsoon saliendo de la bruma. Si no se equivocaba, el curso que el barco pesquero parecía tomar le hacía relativamente fácil de alcanzar en un bote de remos.

Impulsado por el anhelo, el deseo de conclusión y la sensación de que se estaba perdiendo de una buena oportunidad, Lucien se puso de pie, corrió hasta el bote del muelle, lo desamarró y remó hasta el Monsoon.

—¡Sammy! —gritó Lucien.

Él veía la silueta del hombre yendo de un lado a otro de la cubierta. Lucien no dejó de gritar hasta que creyó ver que el pescador lo divisó. Sammy entró en la cabina y redirigió el barco hasta el modesto y viejo bote.

—Goodwin, señor y señora, granja —dijo en un intento de dar direcciones con las pocas palabras que podía decir en inglés.

Sammy entendió enseguida y tras ir a buscar unas cosas en el puerto, redirigió el barco de regreso a la costa anglosajona.

Horas después, Sammy hace las amarras y lleva a Lucien con los Goodwin. Una vez ahí, este intenta explicar a los dueños del lugar su razón de estar en su morada. Sammy se despidió y volvió a su casa.

El señor Goodwin y Lucien se las arreglaron para comunicarse y ponerse de acuerdo para volver a la aldea y vender la casa del recién llegado.

Sammy les llevó a la costa gala, les esperó hasta que la transacción estuvo hecha y luego volvió con ellos. Lucien, agradecido, les dio una parte del dinero y también trabajó en la granja hasta que Kevin volviera por las vacaciones.

Llegó el final del semestre y Lucien miraba constantemente hacia el camino mientras hacía sus tareas. Un día después de las diez y media, el carro del profesor Lawrence surgió del camino -o eso parecía debido a la curvatura del sendero y a que la granja de los Goodwin quedaba sobre una colina- y se hacía más grande a medida que cubría la distancia.

Cuando el vehículo se detuvo, Lawrence y Kevin bajaron las cosas del estudiante de arquitectura y llamaron a la puerta de la casa principal. Los dos saludaron a los dueños del lugar y, con cuidado, le dijeron a Kevin lo ocurrido con Lucien. Al principio este sintió preocupación, pero al oír que él se encontraba en la granja, se alegró. Ni bien escuchó dónde estaba justo en ese momento cuando Kevin fue a buscarlo.

Sus recuerdos de la disposición de las estancias en la casa no eran muy buenos por lo que se perdió un par de veces antes de dar con el lugar correcto. Lucien estaba paseando entre las vacas y las terneras concentrado en contarlas por lo que no se dio cuenta de la llegada de Kevin hasta que este saltó sobre él. Lucien se dio la vuelta y al ver quién era se abrazaron con fuerza.

Los días que duraron las vacaciones de Kevin decidieron qué harían a partir de entonces y cómo vivirían su vida.

Si quieren leer la historia desde el principio, aquí están los enlaces:

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