Polvo de estrellas. Prosa poética

Polvo de estrellas

Nacieron hace eones atrás, mucho antes de los dinosaurios, las grandes libélulas y el oxígeno necesario para la vida actual.

Vinieron al universo de las estrellas errantes al mismo tiempo, en el mismo lugar a la vez que en planetas separados. De piel rosácea-tornasolada uno de ellos; de piel azul-verdosa con escamas el otro. Cada uno en un sistema planetario diferente, viviendo entre los suyos a la vez que extrañándose sin entender la causa de ese sentimiento.

A la hora de dejar el planeta madre, prometieron a los suyos que volverían, pero, para sus adentros, sabían que algo más estaba por pasar.

Nacidos otra vez, ahora, de hombre y mujer terrícola, gatearon, aprendieron a hablar. Olvidaron la existencia previa, con su idioma y sus costumbres y se habituaron al nuevo hogar sin encajar del todo.

Quiso el destino que, una vez alcanzada la adultez se encontraran y que a cada oportunidad de estar solos saciaran ese deseo inexplicable que solo las almas como ellos pueden entender.

La eternidad es un concepto empleado para enclaustrar aquello que se extiende más allá de cualquier medida de tiempo humana. Es imposible mirar al futuro y prepararse para lo que va a ocurrir. De forma parecida, es un delito mirar al pasado. Esto se convierte en una adicción que te aleja de lo que está ahora presente. Extrañar lugares, gentes, situaciones. Despreciar esto o aquello por razones que escapan de toda explicación racional.

Los amantes estelares se separan y se encuentran cada vez que el destino lo permite. Tan pronto sus miradas se clavan en el otro la necesidad de estar a solas les impide pensar en otra cosa. Tras haberse entregado y bajado la llama que los creó eones atrás, duermen profundo como rara vez lo hacen. Al momento de separarse, ya sea por sus propios pasos, la rueda, la nave, e incluso por la muerte, saben y sienten que algo falta, que algo se ha perdido y saben bien que las demás almas sean terrestres o de otras esferas, jamás llenarán de la misma forma.