Aunque en la última semana Román había estado extraño, Silvia intentó no preocuparse por ello. De allí que cuando él la invitó para ir al lago, le dijo que sí y gritó llena de felicidad y entusiasmo. El lago no solo era el lugar exclusivo y de moda en el pueblo, también era el lugar donde Román se le había declarado. Así que Silvia creía que visitarlo nuevamente sería una experiencia gratificante.

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El día acordado, Silvia estuvo ocupada arreglándose y maquillándose. Al lago no podía ir como una loca. Así que se puso su mejor traje y su mejor sonrisa. Cuando Román pasó por ella, él tenía el ceño fruncido y estaba pálido. No parecía estar contento ni de buen ánimo. Esto no hizo que Silvia se amilanara, por el contrario, eufórica se guindó del brazo de Román y comenzó a hablarle de todo.

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Al llegar al lago, los dos se montaron en un bote dispuestos a dar un paseo. Silvia iba señalando todas las cosas que veía, no así Román que iba remando en silencio. Cuando el bote estuvo alejado de los otros botes, Román suspiró y detuvo la embarcación. Entonces el corazón de Silvia dio un vuelco porque sabía lo que vendría después de que Román dijera: "Tenemos que hablar, Silvia. Debo decirte algo muy importante."

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS