Todo comenzó un día cuando me desperté y aunque no tenía ganas de ir a trabajar, me levanté de la cama y fui al baño. Cuando iba, vi que algo pasó por mi lado como si estuviera en una carrera de velocidad. Miré hacia la ventana porque tal vez la había dejado abierta y la brisa se colaba por ella, pero no. Estaba cerrada. Cuando llegué al baño y me miré al espejo, fue la primera vez que lo vi: era mi doble.

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A simple vista, mi doble era igual a mí: tenía mis ojos, mi boca, mi cuerpo, pero había algo diferente y es que tenía más energía que yo. Mientras a mí costaba hacer las cosas, mi doble las hacía rápidamente. Tal vez por ello fue que tomé la decisión de que me supliera en muchas cosas: por ejemplo en el trabajo, cuando los niños querían pasear, cuando debía llevarlos al colegio. Hasta en algunos momentos le pedí que saliera al cine con Alicia, mi esposa, así yo podía quedarme en casa descansando o viendo la tele.

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Aquella relación hasta cierto momento fue muy positiva para los dos: el doble se daba a conocer y yo descansaba de ser yo mismo. El problema fue cuando, ya cansado de mis vacaciones, le pedí a mi doble que se quedara en la casa mientras yo tomaba mi rutina. La gente comenzó a decir que no era el mismo, que prefería mi otra personalidad y hasta me dijeron que había cambiado mucho. Aquella traición me disgustó tanto que tuve que eliminar a mi doble, pero ahora, cuando me miró al espejo, no sé si fue mi doble quien me eliminó a mí.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS