Herminia era una madre soltera, tenía dos hijos: Arturo de 14 años de edad y Leonardo de 11. Ambos niños pasaban el día solos ya que su madre salía desde muy temprano a trabajar para poder mantenerlos; Herminia siempre los acompañaba al colegio en las mañanas y de allí ella partía a su trabajo. A la hora de salida Arturo quedaba a cargo de retirar a Leonardo del aula de clases para dirigirse a su casa.
Arturo admiraba todo el esfuerzo que hacia su madre; de regreso a casa tomaba a su hermano de la mano y le comentaba sus sueños. Un día le dijo a Leonardo:

Hermano debemos de ser esforzados y valientes como lo es nuestra madre; debemos de alguna forma recompensar todos los sacrificios que ella ha hecho por nosotros. Cuando seamos grandes le vamos a comprar una casa enorme y ella dejará de trabajar en otras casas, ya que nosotros le vamos a dar todo lo que ella necesite por ser la mejor madre del Mundo.

Un día de regreso a casa se dispusieron a pasar por el centro comercial que estaba cerca del colegio; ellos allí miraron por la vitrina de una tienda a un hermoso maniquí del cual colgaba una bella cartera. Arturo le dijo a su hermano:

Manito; vamos a hablar con el vecino para ofrecernos a limpiarle el patio de la casa para reunir dinero y le daremos esa sorpresa a mamá ya que ella no tiene cartera.

El vecino sabiendo el porque los chicos querían trabajar no dudo en decirle que sí. Él fue con su esposa al centro comercial esa misma tarde y compró la cartera. Al día siguiente cuando los chicos llegaron a casa de su vecino, fueron sorprendidos con el regalo que le tenían preparado.