Saludos queridos amigos digitales

Nuestra querida amiga @solperez como siempre nos propone estos temas literarios y artísticos, en los que nos motiva a jugar con la imaginación a partir de una imagen. Esta vez le daremos historia a las pinturas de la artista danesa Marie Laplau.

También quiero invitar a @dexsyluz @hloero y @adriancabrera para que se unan a esta dinámica. Seguramente realizarán cuentos extraordinarios. Además quiero agradecer al amigo @venecineaudio por la invitación.

El primer delivery

Espera que espera

Tobías había ido en la mañana a la tienda del pueblo, como había colaborado en los quehaceres de la granja de la familia en los últimos cinco meses, su madre le había dado tres bolívares para que los gastara en lo que él quisiera.
Era una suma considerable, tomando en cuenta que con una locha (una octava parte de un bolívar, es decir, 12 ½ céntimos) se podía comprar un refresco y una bolsita pequeña de galletas caseras.
Al llegar a la tienda los ojos se le iban solos al anaquel de los dulces. Ese día el metálico estante estaba de lo más surtido, y Tobías, que siempre había sentido debilidad por las chucherías, quería probarlos todos. Se sentía el niño más rico del pueblo, y su enorme fortuna lo respaldaba.

[Marie Luplau, Un niño descansando a la sombra de una granja]
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Pero un letrero en cartón abrillantado le llamó más la atención. Estaba ubicado a espaldas del señor Alberto, el vendedor, y se veía que estaba puesto alli desde hace muy poco, porque contrastaba con los polvorientos y oxidados letreros que anunciaban alimentos o artículos de limpieza.

Este mostraba un reloj de pulsera con correa de cuero azul, fondo verde agua y manecillas rojas. Una joya de la ingeniería suiza presentado con un sello único: era para jóvenes. No era infantil, ni muy sobrio para ser de adultos, era para jóvenes que querían portar en su muñeca un símbolo de distinción.

-Don Alberto, ese reloj lo vende usted acá? -preguntó el muchacho.

-Si lo vendo, pero por encargo.

-¿Cómo es eso? -consultó Tobías, desconocedor total de los nuevos conceptos del mercadeo y la economía.

El viejo se tomó la paciencia de explicarle el proceso en el que el cliente solicitaba el producto, y luego llegaría la mercancía y Tobías disparó entonces la pregunta que le hizo aguantar la respiración: ¿Cuánto cuesta?

-Cuesta cuatro bolívares, te puede llegar en una semana, e incluso te lo puedo llevar a tu casa cuando lo tenga -prometió el tendero, anunciando así el primer delívery del pueblo.

Sin pensarlo, o mejor dicho, pensando solo en lo bonito que quedaría ese reloj en su muñeca, el arriesgado Tobías ofreció sus tres bolívares como depósito y prometió volver con el restante en pocos días.

Cerrado el trato, el muchacho se marchó ilusionado con su nueva adquisición. Días después regresó con el bolívar restante, y no le quedó más que esperar y esperar.

En la sombra que producía el frente de su casa cuando caía el sol, se quedaba Tobías todas las tardes a esperar la llegada de Don Alberto con su fantástico reloj. Pero cada día, llegaba la noche y el artículo no aparecía.

(A partir de aquí te dejo dos opciones para que termines el relato)

-Opción 1: Al fin después de tres semanas de tortura, el delívery llegó y el impaciente Tobías se pudo estrenar su colorido reloj juvenil.
-Opción 2: Así pasaron los días y meses, y el ansiado reloj nunca llegó. Don Alberto optó por devolver el dinero al chico, apenado por la irresponsabilidad de su distribuidor.

¿Cuál de los dos finales te gusta más para el relato?

Las imágenes fueron compartidas por la moderadora del concurso y son de libre uso.