Y a mí no me pueden decir así:

-¡Cuidado!, ¡no toques!, ¡te vas a caer!, porque todo eso me pasa.

En El Pilar hay aguas termales, y del liceo Pedro José Salazar de Carúpano nos llevaron a una excursión para allá.

Fumarolas y pequeños volcanes en formación, que lanzan vapores hirvientes, contrastan con ríos de agua helada, y pequeños pozos de agua hirviendo a borbotones.

¡Y zas!, me caí y metí la mano en el agua hirviente, de inmediato se formó una medusa, picante y dolorosa, una bomba.

El profesor, guía, muy asustado trató de ayudarme, y me echó una crema mentolada que terminó de quemarme.

Esa noche yo iba a ser dama de honor del matrimonio de Marisela y Rubén, y si decía lo de la quemada no me dejarían ir; así que se lo oculté a mi hermana, me puse mis guantes blancos; primero la misa y luego la fiesta hasta el amanecer.

Me dormí con los guantes puestos, y al otro día mi mano estaba tan hinchada, que tuvieron que romper el guante con una tijera; ya no era blanco sino amarillento; mi hermana, que es enfermera, me llevó al hospital. La quemadura era de segundo grado.

Aun tengo la marca en la mano,y también el recuerdo del baile está marcado, pero en mi corazón.

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