un saludo a esta gran comunidad de #writingreviews
Tengo que confesarme, hacer un acto de contrición, penitencia y castigo.
Consciente como soy de la maldad de mis actos, esa pulsion para dañar, romper y destruir.
No es excusa, no puede serlo. Mis padres no estaban preparados, no supieron, falta de interés y medios.
Nosotros crecimos como una camada descontrolada, cada uno tiro por un lado, se cubrió las espaldas, erro y se arrepintió, volvió a caer y huyó.
Pero poco a poco fueron pareciendose a nuestros padres y perpetuaron ese caos, esa pobreza material y espiritual, suciedad física y mental.
Yo me negué a ser una copia zafia de esa relación lasciva y prolífica.
Tuve mi ángel bueno, esa persona que, sin saber bien el porqué, está ahí para ayudarte, dar una orientación, sacarte de la miseria más aberrante y fecunda.
Pero tuve mis ángeles caídos, esos compañeros que se alegran cuando peor te va, se solazan en el barro, tragan humo, comen basura... Todo mientras no pretendas elevarte, mirar el cielo, dudar.
Me arrepiento, lo siento, me apena y horroriza.
Quitar la vida es superar la barrera de lo inaceptable, perder la humanidad, tocar fondo, destruir a personas inocentes que son golpeadas y que jamás volverán a recuperar la normalidad.
No quería hacerlo. Bebimos mucho, no es excusa, lo hacíamos siempre, una perpetua vida húmeda de alcohol. Mis colegas caídos eran más fuertes que mi ángel de la guarda. Apuestas, risas y una chica con pocas luces y mucha carne.
En principio era, como otros días, un abuso comunitario a una infeliz que jamás lo denunciaría.
Uno trajo droga, unos canutos para volar, sentir más placer, sentirnos valientes, dioses.
Pero la chica no era de esas, fue un error, se aterro, gritaba como loca, arañazos, mordiscos e insultos.
Sé nos iba de las manos, alguien podía oírla, quizás nos denunciara. Ese miedo nos volvió crueles, la atamos, golpes, quemaduras de cigarro, todo con esas risas histéricas de los drogatas que parecen estar fuera de su cuerpo y de la realidad.
Ella lloraba, estaba fea, parecía grotesca, no me daba pena, me recordaba a mi madre, esa mujer que nunca debió tener hijos, darme la vida y abandonarme a mi suerte.
Me arrepiento, quiero ser castigado, necesito un escarmiento, que alguien me detenga, pare esta locura paranoica.
La mate, así, de un golpe en la cabeza, para interrumpir sus gritos, que no me mirara, silenciarla, presumir ante mis colegas.
Salimos corriendo, nunca más nos vimos, aquello se olvidó, un archivo legal por falta de un imputado.
Pero mi memoria me persigue, los sueños son pesadillas, la veo, la escucho, me acuerdo del ruido del golpe, la sangre.
No soy capaz de llevar una vida normal porque me siento sucio, devastado, un monstruo sin remisión.
Tengo que confesar, ser detenido, encarcelado, ningún sufrimiento logrará paliar el daño infringido, la vida arrebatada.
Perdón, piedad, lo siento.
Autor: @jepb18
Muchas gracias por leer mi publicación