Y la llama de la pasión poco a poco se va apagando, éramos niños, no apreciábamos diferentes cosas, no comprendíamos la vida, no sabíamos que crecer sería tan complicado, y ahora nos encontramos en caminos diferentes, tú allá y yo aquí, mirándonos fijamente a través de la pantalla del teléfono, mientras que nuestros ojos derraman lágrimas imposibles de demostrar.
Largas llamadas duraderas, cuestiones de horas, mientras que reíamos, llorábamos, gritábamos, y hasta cocinábamos juntos. Todo el día hablando, contándonos absolutamente todo, deseando que el tiempo de poder vernos se acelere, pero…. ¿Para qué? El tiempo que después iba a transcurrir no fue más que una simple desolación.
Fue sorpresa mi llegada, y mientras que todos se reunían y conversaban, yo terminando de arreglarme para verte, salí apresuradamente buscándote, pero…… ¿Para qué? Te miré y estabas más hermosa que nunca, y caminando hacia ti con los brazos abiertos mientras que todos nos veían, tú solo esquivaste el abrazo que te quise dar.
Decepcionado, desilusionado, y un poco herido por eso que pasó, tan solo me hice el loco cómo si no hubiera pasado nada, mientras que hablamos un poco, y luego me encerré en una habitación con el pensamiento de que no fue lo que yo creía que pasaría.
Los días pasan, el tiempo corre, las horas avanzan, y los minutos vuelan cuando se trata de estar cerca tuyo. Ese es el hecho de ser escritor, por más ocasiones que pasen, aún sigo teniendo tu carta en mi corazón desde el principio de aquel “Hola” que ocasiono todo, hasta la tierna noche de hoy.
Confieso que ya ha pasado tiempo, y muchas personas han llegado, pero por más que lleguen, sigues siendo la primera. El hecho de no verte todos los días no quiere decir que no te sueñe, el hecho de no hablar a menudo no quiere decir que no te piense, el hecho de no estar juntos no quiere decir que no lo siga intentando, porque con el más mínimo detalle, mi corazón se acelera a millón y esa sensación es difícil de encontrar.
