En este libro hay buena explicación de los factores que hacen tanto a una buena como a una mala nutrición. Además de las definiciones de rigor que podrían esperarse en un libro de nutrición, aquí también se explican los efectos del márketin sobre las elecciones de los compradores de alimentos, así como las razones genéticas que predisponen a uno a preferir o inclinarse por ciertos tipos de consumos, que son las que el márketin busca aprovechar.

También se enseñan estrategias para mejorar la calidad nutricional de la alimentación personal, con especial atención en bajar de peso no mediante dietas estrictas de alta reducción de ingesta de alimentos, sino una dieta inteligente que busca mejoras incrementales. Por otra parte, encuentro que en la primera mitad, aproximadamente, una buena parte de las recomendaciones y recetas para mejorar la alimentación de los niños son ingenuas en un sentido de Dumbledore de: “Los jóvenes no pueden saber cómo piensan ni cómo sienten los ancianos, pero los ancianos cometemos un error si olvidamos qué significa ser joven...”, aunque el propio libro reconoce los errores en ese sentido que pueden cometer lo padres –tal vez los autores pensaron que esas recomendaciones servirían para al menos un pequeño porcentaje y que eso era mejor que nada (con lo que yo acordaría)–, y entonces sí, pasa a hacer recomendaciones para tres clases de niños, clases determinadas según sus personalidades, gustos y circunstancias.

También hay salpicadas a lo largo del libro unas cuantas recetas, aunque yo no he probado ninguna, así que otros deberán ser los jueces de estas.