Para Una Musa Desconocida | Por @thelostprophet

in hive-111825 •  3 years ago 


Photp by L Bonnett Edit by @thelostprophet

Recuerdo cuando la miré por primera vez. ¡Dios, qué hermosa estaba! No recuerdo bien cuándo fue; no recuerdo la hora, ni el día, ¡nada! Solo recuerdo su sonrisa. No podía dejar de mirarla, ¡era algo casi imposible! Recuerdo sus movimientos lentos, tiernos, delicados. Era como una danza dedicada a los dioses. Recuerdo verla una vez por semana. Sin notarlo contaba los días para verla, aunque mi motivación para ir a ese lugar cada semana era otro, quería aprovechar cada momento que pudiese para poder admirarla.

Al salir, pasaba justo a mi lado, pero sin siquiera mirarme, aunque fuese por error. Y cuando parecía que lograba conseguir un poco de su atención. ¡Demonios!, su mirada no era para mí, y su sonrisa mucho menos.

Quería seguir admirándola aunque no se percatara jamás de mi existencia. Pero mucha veces aquellos que llamamos “destino” es cruel, y te aleja de aquella fuente de felicidad o alegría. Y pasó el tiempo, no puedo asegurar cuánto, un año o quizás más, desde la última vez que la vi. Solo sé que fue mucho tiempo, tanto que perdí toda esperanza en encontrarla de nuevo. Pero es aquí donde la historia da un giro inesperado: muchas veces el destino no es tan cruel, y hay momentos en que te sorprende para bien. Una mañana, cuando el hastío de un día rutinario, de la incertidumbre de poder conseguir terminar con todas y cada una de las tediosas ocupaciones de ese día, algo sucedió. Algo que cambiaría mi ánimo, no solo de ese día, sino de los que vendrían a partir de allí. ¡Era ella! No lo podía creer. Nuevamente podría admirar esa sonrisa cautivadora que tanto extrañé. Pero esta vez, para mi mayor sorpresa, esta vez sí notó mi existencia. Mi corazón se aceleró, mis manos sudaban como locas. No sabía qué hacer. Así que pasó lo más lógico cuando eres torpe y la vida te sorprende: equivocarse. No tuve el valor de acercarme, y mucho menos de hablarle. Sentí que había cometido el mayor error de mi vida.

Al día siguiente, la vida volvería a sonreírme, esta vez en una mañana lluviosa. Todo transcurría normal, como cualquier otro día. La vi llegar temprano, poco antes de comenzar a trabajar. Estaba hermosa, como de costumbre. Se sentó a esperar en una banca, lo suficientemente lejos como para no oírnos, pero lo suficientemente cerca para admirarla una vez más. Entonces allí fue cuando sucedió, una pequeña lluvia comenzaba a caer, lo que la obligó a buscar refugio de las gotas que caían. “¡Dios mío, allí viene!” Pensé cuando justo se acercaba al lugar donde me encontraba. “Le hablo o no le hablo” pensaba mientras se acercaba. Y llegó el momento. Se acercó al lugar donde me encontraba, nuevamente temblaba de los nervios, mis manos volvían a sudar, ella caminaba en dirección hacia mí… y pasó. Me habló. Me habló para pedirme que la dejase pasar, pero me habló. Y no solo me habló, me regaló esa sonrisa que hace un tiempo atrás me cautivó, y que creí no vería más. Pero, como era de esperarse, el temor y los nervios jugaron en mi contra, solo respondí las palabras justas. Me ganó la timidez… una vez más.

Ahora solo la miro en silencio cada vez que puedo, y aun guardo silencio mientras lo hago. Volví a mi rutina, pero esta vez con ese toque distinto que genera sentimientos encontrados cada mañana; la alegría de volverla a ver (quién sabe hasta cuándo), y la rabia conmigo mismo por no tener el valor de acercarme a ella. Y lo peor es que, tal vez, jamás llegue a saber que me ha robado más de un suspiro, que me inspirado a escribir una vez más, que ha provocado alguna sonrisa de esas que te hacen ver como tonto. Lo peor es que, tal vez, jamás llegue a saber que ha llegado a ser aquella musa que tanto busqué.

Escrito en 2018
@fendit @belenguerra

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