Era la más modosita de la clase

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Era la más modosita de la clase, esa niña que nunca sale al encerado, ni mancha su cuaderno, ni llega tarde ni sale la primera.

Nadie podía imaginar que no era una criatura querida, que nadie se ocupaba de ella, en una desgana ancestral por las niñas.

No era necesario que estudiase. Saber era peligroso, una nota negativa para encontrar marido, ninguno deseaba una mujer más lista que ellos y, la mayoría, sabían a duras penas las cuatro reglas.

Era feilla, de esas que procuran pasar desapercibidas, para evitar comentarios, críticas o proposiciones deshonestas.

Sabía en sus carnes lo que su cuerpo podía atraer a algunos depravados que amaban la infancia en la forma más soez y punible.

Sus padres la querían en casa, en sus labores, desde el momento en que su cuerpo dio señales inequívocas de haber pasado a ser adulta.
Ninguna información al respecto, gustaba a los presuntos pretendientes, una ignorancia casi total en sus virginales esposas.

Pero la niña fingía ir al mercado y se metía en la escuela, donde poco a poco fue sabiendo unir letras, leer, escribir.

Un nuevo mundo se abrió a sus pies, se creció aunque físicamente seguía manteniendo el anonimato requerido.

Era modosita, lista, ingenua pero no tonta. Tenía planes, su hermano estaba al tanto y le cubría las espaldas. Así que sabía que pronto se iría.
Una tarde, al volver a casa vio a unos extraños en el salón. Caras largas y vestidos de domingo. Su hermano le hacía gestos para que no entrara pero ya la habían visto.

Eran los padres de su futuro marido. Un arreglo familiar que ignoraba los sentimientos de ambas partes.

La examinaron con el detenimiento con el que se juzga a una res en una feria de ganado.
Le miraron la dentadura, las manos, tocaron sus pecho y quisieron indagar en su secreto... Pudo zafarse llena de vergüenza y rabia.

Iban en serio y tan solo tenía once años. No había jugado lo suficiente, no tuvo tiempo de soñar, sentir, ver ni probar.

Querían casarla, negocios, dinero, una carga menos para la familia. Las niñas no valen, no se celebra su nacimiento, ni se da la enhorabuena a los padres.
Era una cría asustadiza, con imaginación, inteligente y capaz.

Se encerró en su habitación como si la debilidad de la puerta fuera suficiente para aislarla de ese futuro brutal que se estaba preparando en el salón.
Oía a su madre presumir de sus habilidades culinarias y al padre de su sumisión, cuando ambos sabían que no sabía cocinar y era indomable.

Me llevaban a una muerte segura. Mi futuro marido era un adulto que me forzaria sin esperar, un embarazo me mataría si no lo hacía esas relaciones contra natura.

Y negarme era permitir que me golpease, me encerrara por vida mientras se solazaba con otras más alegres.

Era la más modosita, la más infantil, dulce y pequeña de las niñas mujer que estaban preparadas físicamente para ser madres.
No tuvo escapatoria, nadie la miraba, ni le contaron, previnieron. Apareció el novio, tendría unos cuarenta años, varias mujeres a sus espaldas, quince hijos y una salud quebrada.

La repulsión la dejó muda. Debía huir, salir corriendo, impedir esta locura.... De no hacerlo, en unos días tendría que compartir lecho con ese hombre.

Su hermano le busco la solución, la muerte dulce, la salida precipitada.

Fueron al garaje, encendieron el motor y se recostaron en los asientos, cogidos de la mano mientras el humo hacia imposible respirar.
Era la mejor de la clase, la más avanzada. Pudo ser lo que quisiera, llegar alto....

Autor: @wiliangel

Muchas gracias por leer mi publicación espero les guste mi tema de hoy sin mucho más que decir me despido