Mi madre era viuda, una mujer vestida de negro

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Mi madre era viuda, una mujer vestida de negro y que no se permitía ningún capricho. Era como si se privase de todo en compensación por haber sobrevivido.

Ni se permitía ni nos permitía. Era una vida monacal de pocas alegrías.

Sé pasaba las tardes haciendo punto o rezando el rosario con los ojos cerrados, sin que la visita periódica de una amiga, lograse el milagro de una mirada de esperanza.

Para nosotros fue triste ver morir a nuestro padre súbitamente, pero era peor verla a ella muerta en vida y con suspiros y frases que denotaban que deseaba partir tras el.

Yo miraba a mi madre, una mujer tan fría y triste, jamás una palabra más alta o una frase malsonante, de misa diaria y escrupuloso luto.
Era un personaje anacrónico, fuera del tiempo, carecía de cualquier sentimiento que la hiciera abrazable.

Yo sentía deseos de hacerlo pero era dura como el pedernal y su orgullo le impedía demostrar pesar, solo respeto.

Me imaginaba que clase de amor, si lo hubo, había entre mis padres. Si nací de la pasión o de una resignación con los ojos cerrados.

Nunca hablaba de él, de ellos. No se permitía ver fotos, contar anécdotas. Había cerrado ese capítulo y no se si fue hermoso o una tragedia.

Mi madre era de pocas palabras, de mirar el suelo, no encender la TV nada más que para las noticias, comprar frugalmente y no leer más que libros piadosos.

Un tipo de mujer nada cariñosa que dejaba mucho que desear como madre, amiga y vecina.
La quería pero nunca supe cómo acceder a esa fortaleza que levantó cuando murió papá.
Tuvimos que dejar la casa, pertenecía a la familia de mis abuelos paternos que, dada la poca armonía y nula empatia con mi madre, nos invitaron a abandonar.

Encontramos un rincón feo y desapacible, pequeño y húmedo pero que a ella le pareció cómodo y encantador.

No dije nada porque mi tiempo con ella se acababa, me iba a estudiar y, a ser posible, pasar página

Entra los pocos objetos para trasladar había un secreter y, como quien no quiere la cosa, mire en su interior.

Hacia honor a su nombre y ocultaba un fajo de cartas de amor.

No pude evitar leer para entenderla. Era humana, fue ardiente, cariñosa y dedicada. Escribía cosas hermosas y daba a entender que era un amor de esos que sólo la muerte, como así fue, puede romper.

Me quedé varias noches leyendo la intimidad de mi madre y era imposible encontrar paralelismo con esta otra que vivía enterrada en vida.

Podía imaginarla riendo, jugando con el en la playa, bailando sinuosamente, diciendo cosas en su oído.
Me emociono saber que era fruto del amor y quise salir, decirle que lo sabía, que la quería mucho, hasta que un nombre propio cambió la historia.
Esas cartas no iban dirigidas a mi padre.

Ladinamente decía mi amor, que es un genérico que abarca todo. Pero hubo un renuncio, cuando descubrió que la dejaba, allí desnudo su alma y supe que no amaba a mi padre.

Mujer infiel que tenía a otro mientras mi padre enfermo la bebía con los ojos

!!! Ponte de negro, hipócrita!!! Y Reza, reza mucho para ser perdonada y busca la oscuridad para que la verdad no salga a la luz. No se quien es esta mujer que me parece asignada, esta carcelera de nulos sentimientos, será una libertina o una de tantas inocentes violentadas por hombres crueles.
Lógicamente no le dije nada, oculte esa información y me atormente con la duda de cuál fue mi padre, el hombre de las cartas, alegre y pasional o el triste moribundo que nunca salió de la cama.

Autor:@wiliangel

Muchas gracias por leer mi publicación espero les guste, @belenguerra @writingreviews la otra se me olvidó poner la fuente mil disculpas es que estaba haciendo otras cosas y se me pasó por alto, y horita fue que revise mis notificaciones, mil disculpas