Momento especial con amigos/ Concurso

Solemos hacer balances y ponderar lo material que tenemos, nos lamentamos por las pérdidas de aparatos y otros bienes, pero poco nos dedicamos a exaltar la gran suerte nuestra al contar con gente amiga.

Yo no quisiera tener un millón de amigos, porque no podría estar para cada uno y con seguridad me perdería de sus cuentos, anécdotas y vivencias. Además de que los que tengo valen por miles. Una de ellas es mi amiga @santamorillo, de quien he escrito en otros momentos, pero hoy lo haré para el concurso de @josevad217.

Santa le hace honor a su nombre, es un manantial de dádivas, siempre tiene que dar algo, si no, no está bien; ella ríe y llora al mismo tiempo; todo recuerdo la emociona y la pone sensible, pero de igual manera le da la vuelta a las situaciones para extraer de ellas todo lo positivo.

Santa es un corazón que camina. Tengo muchos recuerdos de experiencias vividas con ella, en su casa, en la mía, en la universidad, en la calle; situaciones graciosas, como cuando buscando un baño nos metimos en un sitio de dudosa reputación y al darnos cuenta salimos en estampida, ella aún recuerda el incidente y ríe de eso.

Ella vive rodeada de ríos de niños y el río Apure la rodea a ella, una vez me dijo que se estaba formando una playa muy buena y que era agradable caminar por toda esa orilla, no dudé en irme hasta su casa; la idea de pasear y conversar con la compañía de un atardecer llanero era atractiva. Me costó bajar una especie de farallón que ella y como ocho niños lo saltaron en un santiamén. Su hijo menor corría hacia la orilla del río a cada rato y ella le decía, una y otra vez: «cuidado, gordo», «para allá no, gordo», pues los nervios no me ayudaron y le dije que no estaba disfrutando el paseo y nos regresamos y ella con sus risas matizó cualquier malestar.

Compartimos siembra e intercambio de plantas, la pintura en óleo, y del cabello, pero lo más bonito: nos hemos acompañado en la travesía de ser abuelas. Como le llevo veinte años a veces me creo que soy su mamá y también la regaño, pero ella, pan de Dios, no me guarda rencor por eso.

Ir a Apure significa sacar tiempo para reunirnos y conversar, nunca terminamos de hablar, un tema nos lleva a otro y a otro y entre cuentos, planes y anécdotas se pasan las horas volando y tenemos que despedirnos.

Las fotografías corresponden a el año pasado en el mes de diciembre cuando nos reunimos para tomar café. Un rato agradable que esperamos repetir pronto cuando yo pueda volver a Apure.