¿Qué fue lo más difícil de llegar a tu adultez? / Tuve una novia gorda que me daba bofetadas

¿Qué fue lo más difícil de llegar a tu adultez?

Ya soy un hombre viejo, pero creo que físicamente llegué a la adultez fue por allá a los 25 años y les voy a decir por qué: Yo era bastante flaco y algunos me llamaban “pantera rosa”, “gancho e’ ropa” y “palo e’ pincho”. Cuando uno es flaquito se ve más joven que cuando uno es gordo. De modo que, en ese sentido, considero que me volví adulto como a los 25 años porque de allí en adelante comencé a aumentar de peso.

Pero en lo que respecta a la adultez o, dicho de otra manera, a la madurez mental, creo que todavía no he logrado alcanzarla. Incluso sospecho que me moriré sin poder llegar a ser un sujeto lo suficientemente maduro.

Lo más difícil de encarar, a medida que uno se hace cada vez más adulto, son las distintas etapas o vicisitudes de la existencia, el cómo moverse en equis circunstancias; por ejemplo, cómo lidiar en medio del trajín de los estudios de pregrado, cómo tratar con las disímiles personalidades que se atraviesan en el camino: la camaradería, la competencia, la rivalidad, lo bueno y lo malo de los docentes…

Lo otro que también nos afecta es nuestra tendencia natural al apareamiento. Los amores y desamores indudablemente dejan huellas, incluso profundas, en nuestra memoria.

¿Hay un momento en particular que puedas compartir en el que digas: “Ahora sí soy un hombre de verdad”?

Probablemente cuando cumplí los 18 años de edad me sentí quizás como el soldado raso cuando lo ascienden a cabo. En aquellos años eso implicaba que uno podía entrar sin problemas a una discoteca o a un club de billar, ya que en esos lugares siempre se vendía licor. También a esa edad a uno ya no le llamaban la atención por viajar solo en un bus. El único rollo que uno tenía era cuando había campañas de reclutamiento.

¿Han visto a hombres o mujeres comportándose a tal grado de inmadurez que parecen niños?

Casi todos los días. Incluso a veces a mí me pasa que me altero cuando alguien se empeña en llevarme la contraria por cosas que carecen de importancia.

No hace mucho me tocó ver en la calle a dos chicas peleando, jalándose del pelo e intercambiando un maremágnum de palabras gruesas. Lo que capté en lo que se decían fue que una le estaba haciendo ojitos al marido de la otra. A lo último, la pelea se detuvo porque a una de ellas se le salió una teta.

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