Vas camino al banco y con ansias haces la cola en el cajero, golpeándote la pierna y comiéndote las uñas de la ansiedad. Después vas al super del barrio a comprar todas las cosas faltante de la lista que anoche escribiste.
Llegas a casa justo a la hora de merendar, mientras piensas qué le está faltando a tu hijo, porque seguro te lo dijo y ya ni te acuerdas. Te bañas con ganas y ánimos ya que no te falta nada y no como el día anterior que tuviste que juntar todos los jabones gastados que reúnes en un rincón de la bañera, para hacer uno grande y poder enjabonarte.
La casa está invadida del olorcito de la carne con papas que se está haciendo en el horno. Tu hijo te aturde de tanta alegría porque seguro a él le trajiste sus galletas preferidas. Y llega el momento se la cena: "Todos a la mesa". En ese momento mirás a tu alrededor y te decís a vos mismo: "Qué felices somos con tan poco y qué fuertes somos cuando ya no hay nada".
Gracias Dios por proveernos del pan, y nunca desampares a los que no tienen.
Que certero es tu escrito mi estimado @vgalue tan real es que la felicidad no está en la abundancia sino en saber valorar cada detalle. Somos muy afortunados
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