El ego ya no resulta tan despreciable como otrora nos lo hicieron pensar, y es ahora una herramienta para evolucionar.

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Nuestra vida transcurre desplazándose en diversos escenarios desde donde actuamos simultáneamente sin ni siquiera percibirlo.

Aunque a ratos nos damos cuenta que andamos sobre ruedas, penetrando en diferentes cobertizos, en los que nos encontramos porciones de nuestro propio o realizando stand up para un público diverso; algunos se encuentran en puntos coincidenciales, otros, diametralmente opuestos.

...Así somos de complejos y plurales...

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A veces buenos, virtuosos y hasta santurrones, otras veces neutrales como como la levadura o la avena, cuya función es unir los alimentos, otras veces, salpicados de malicia y hasta con cierto grado de perversión que hasta miedo consigo mismo no da.

Pero no nos asustemos mis estimados, esos son los aderezos de nuestra configuración humana, a la que debemos atender y "regular", para no caer en los extremistas excesos.

A eso le llaman los estudiosos de la conducta humana, la pluralidad del ego. Hasta hace unos día la literatura que se encarga de estos aspectos humano - espirituales nos decía que se hace necesario eliminar esa parte negativa en nosotros porque es dañina y hace daño a nuestros semejantes.

Pero luego, después de pruebas de ensayo y error, supongo, alegan que el mencionado ego es necesario tenerlo en nuestras vidas, porque son una herramienta necesaria para ejercitarnos en nuestro gimnasio psicológico y sacarle músculo a nuestra personalidad, para continuar avanzando en nuestro camino evolutivo.

Se trata de conciliar con nuestra sombra, de usarla como espejo y enfrentar la parte más obscura de nuestro propio ser individual.

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Ojo, es importante usarlo como un recurso, una herramienta, no hacerlo tu amigo, porque entonces, amanecerás con el debajo de las sábanas y engrosando tu prontuario policial en la corte suprema.

Es cuestión de discernimiento, de aprender a regular el termostato de nuestras emociones tanto positivas como negativas, ni tan dulce, ni tan amargo, tan blanco ni tan negro, más bien un gris tirando a rosa.

Ni tan demonio perverso, ni tan santo pendejo

Esa cantidad de "agregados psíquicos" que así es como se le llama al ego en la psicología evolutiva, y en el argot religioso le bautizan como "pecados capitales", pueden ser usados a nuestro favor: Pueden convertirse en la grandiosa oportunidad para re-descubrirnos interiormente, de explorar nuestro subconsciente y encontrarnos de frente con la multidimensionalidad de nuestra composición atómica y protoplasmática.

Descubriendo estadios insospechados de nuestro país psicológico, en los que logramos encontrar las piezas del puzzle que nunca nos encajaban, para por fin dar con la curva adecuada.

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En ese descubrimiento podemos encontrarnos con nuestras debilidades, con nuestros miedos, temores, odios, hasta con esa conducta más infantil que tantas veces nos dejó en ridículo.

Pero que ese descubrimiento no sea para continuar solapando nuestras sombras, sino para sacarlas del rincón del letargo y bañarlas con nuestra luz, con el resplandor del entendimiento, la comprensión, la compasión y finalmente la transformación de esa parte defectuosa en una florida virtud.

Es decir, tomar conciencia, que tales elementos negativos, no aportan positividad a nuestra vida y tomar una decisión de cambiar desde ese error para mejorar de allí en adelante, sin darle tantos mimos a nuestro querido yo.

Gracias por leerme queridos amigos