El debate (n.° 45): La persistente amenaza tecnológica

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Si apelamos a nuestra evolución a lo largo de la historia, a las agoreras reacciones que se han producido cada vez que alguno de los inventos del infinito ingenio de los seres humanos se ha popularizado en este mundo, no nos queda más remedio que asegurar que la Inteligencia Artificial se convertirá en un portentoso beneficio para nuestra especie. Estamos seguros de que todo lo que en estos momentos se postula como un inminente peligro, terminará adaptándose a nuestras necesidades, que continuaremos siendo dueños de nuestro albedrío y de nuestro destino, y nos olvidaremos finalmente de que, alguna vez, la IA representó una inminente amenaza.

En la antigüedad, cuando se hizo posible el libro como un recurso para fijar los conocimientos, muchas voces pesimistas pronosticaron que los humanos se convertirían en seres abstraídos, en individuos que serían incapaces de reaccionar ante los estímulos de la realidad circundante, debido a que la lectura, al contrario de la conversación, de la oralidad, es una actividad que se lleva a cabo en solitario, la mente y el entendimiento solo están concentrados en las líneas que les ofrecen unas hojas de papel inerte y era evidente, por tanto, que la chispa viva de la palabra articulada inevitablemente desaparecería.

Cuentan algunas crónicas, por otra parte, que cuando los trenes llegaron a desarrollar la increíble velocidad de 30 kilómetros por hora, algunos informes científicos alertaron que el ojo humano era incapaz de procesar lo que observaba a tan alta rapidez y eso podía producir alteraciones mentales que, de manera inevitable, desembocarían en la locura, en un reiterado desorden mental que sería imposible revertir.

El desarrollo de la tecnología, en general, con la consiguiente invención de productos que han modificado nuestro modo de vivir, ha sido siempre un motivo de preocupación para quienes tienden en todo momento a buscar el lado pesimista de los hechos. La influencia perniciosa de la televisión en la conducta humana, hasta hace algunos años, fue un tema omnipresente en innumerables estudios sociológicos que llegaron a augurar la automatización, la falta de iniciativa propia de los humanos, ante la incuestionable atracción de los efluvios de esa pequeña pantalla. Algo similar se dijo sobre la humilde calculadora que ahorita la encontramos formando parte de cualquier dispositivo. Y para no extendernos mucho en este recuento, debemos tener presente que todavía no se ha terminado el debate sobre los terribles efectos de los teléfonos inteligentes, junto a sus infinitas posibilidades, en el comportamiento de los niños y adolescentes.

Como podemos ver, todo lo novedoso pareciera encerrar una irremediable calamidad para la vida tal como la conocemos. Sin embargo, la humanidad ha demostrado que es capaz de conjurar las amenazas y continuar adelante con su preeminencia sobre lo existente, buscando sin descanso nuevas formas de superar lo que ya conocemos. Si algunos de esos pronósticos que suscitaron en el pasado aquellos inventos se hubiesen cumplido, hubiésemos por supuesto involucionado, ninguna de las modernas herramientas de hoy en día existirían. Por eso tenemos la esperanza de que la Inteligencia Artificial, llegará a ser una formidable herramienta cuyo uso beneficioso dependerá del grado de conciencia de quienes la utilicen.

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