Abrí los ojos y me di cuenta de que volví a dormirme. Diego estaba sentado en la cama junto a mí con un vaso de agua en las manos. Me regaló una sonrisa, mientras me entregaba el vaso y dos aspirinas.

—Gracias. —Dije tomando tragos cortos por el nudo que aún yacía en mi garganta del miedo.

Él me miraba impaciente y a la vez con ternura, mientras tomaba el agua que me ofreció.

—¿Quién eres? —Fruncí el ceño y seguí rápidamente. —¿Por qué me secuestraste?

Toma el vaso de mis manos, lo colocó en una de las mesitas junto a la cama y suspiró. Tenía algo en su mirada que lo hacía tierno y dulce, además de su trato, pero contemplando el lugar donde me encontraba quizás él también podía ser peligroso.

Pasó las manos por su cabello dejando caer un mechón sobre su frente.

—Mi nombre ya lo sabes. —Hizo una pausa. —Y estas en mi casa porque no soy capaz de dejarte sola y desprotegida, Sofía. No te secuestré, simplemente evité que te hicieran más daño.

—Me secuestraste.

—Otros tenían la misma intención.

—Sigue siendo secuestro.

—Te protejo del peligro que corre tu vida. —Soltó sin más.

—¿Y mi vida por qué corre peligro? Bueno, además de que ahora resulta que me quieren casar con un animal.

—Si te lo dijera creerías que estoy loco o que te estoy jugando una broma, pero la cosa es peor.

Nos miramos directamente a los ojos por un instante, sin hablar. Pude ver una plegaria al fondo de su mirada, pidiéndome que le creyera y algo en mi se tranquilizó.

Por una parte, tendría que ser una idiota para tragarme el cuento de que mi vida corría peligro a gran magnitud. Casi no recordaba lo ocurrido, solo la parte del secuestro para acá y me daba verguenza hacer la pregunta.

Mi indecisión era tan grande que él la notó y volvió a tomar la palabra.

—Confía en mí, no quiero hacerte ningún daño. Para salir del dilema cambié el tema y otra pregunta llegó inmediatamente a mis labios.

—¿Mi familia sabe que estoy aquí?

—No te preocupes. —Dice suavemente.

—¿Y mis padres?

—Cálmate. —Pide.

—¿Me pides que me calme cuando me secuestraste, me tienes en tu casa pasando un sedante y nadie sabe dónde estoy?

—Sí. ¿Quieres volver a casa en este momento?

No respondí.

—No recuerdo específicamente que sucedió antes de que tus hombres me trajeran.

—Sufriste un traumatismo, Sofía, es normal que no te acuerdes de mucho. —Explica.

—¿Al menos puedo moverme en este lugar?

—Por supuesto que sí. —Sonrió. —Este lugar está a tu disposición.

Me tendió la mano y me dio un pequeño recorrido por el apartamento, estaba silenciosamente solo.

Pude localizar el ascensor, la cocina, los baños y otras habitaciones de huéspedes, en la terraza había un jardín lujoso de dos niveles. Unas cascadas en miniatura entre las flores, todo perfectamente arreglado y bien cuidado.

—¿Qué clase de secuestrador eres tú?

—¿A qué viene esa pregunta? —Frunció el ceño.

—¿Qué clase de secuestrador llena de lujos a su prisionera con un lugar así?

—No eres una prisionera. —Sonrió con emoción. —Mis escoltas estarán al pendiente de ti si necesitas algo o estoy ausente.

¿Ausente? ¿Piensa mantenerme aquí por mucho tiempo?

—Entonces soy una prisionera. —Afirmé.

—Eres una invitada. En cuanto a tu duración aquí, es difícil de precisar, depende de muchas cosas. Aún tengo que asegurarme que cuando puedas o quieras irte estés a salvo.

Al seguir caminando por el pasillo él comentó que estamos en el décimo piso, así que la vaga idea de huir por una ventana se descartó por completo. Giró hacia mí y acarició mi mejilla, su tacto me asustó, pero debo admitir que se sentía muy bien.

—Confía en mí. No intentes escapar o comunicarte con alguien, si averiguan dónde estás no me imagino lo que podrían hacerte.

Sus ojos decían más que mil palabras a la vez, hablaba en serio, le preocupaba lo que pudiera pasarme y no explicaba por qué si somos básicamente unos completos desconocidos.

—Debo irme pero regresaré por la tarde. —Asentí sin dejar de descifrar su mirada y él se fue.

Luego de un rato, dos hombres vestidos de negro aparecieron en el vestíbulo. Parecían incómodos, pero no podían disimular la complicidad que tenían al verme de pie con el vestido arrugado.

—Esto es obra de ustedes dos. —Dije a regañadientes y ver el rostro de Alhan me alivió, aunque también me preocupó en cierto punto.

—Señorita Asher, en su habitación hay prendas de su talla para que se cambie y se ponga cómoda si así lo desea. Disculpe nuestra brusquedad con respecto a lo de anoche, solo cumplimos ordenes.

—Y usted es algo testaruda. —El chico a su lado respondió divertido.

Fruncí el ceño al escuchar eso, pero al girarme una sonrisa brotó de mis labios.

—¿Puedo hacerles dos preguntas? —Me acerqué decidida a hacerlas con o sin permiso.

—Por supuesto.

—¿Cuál es su nombre? —Señalé al chico.

Noté la sorpresa en ambos y sonrieron al mismo tiempo.

—Él es Marcus. —Dijo y el chico a su lado asintió. —El será uno de sus escoltas, los demás cuidan el edificio.

—Bien, es un placer. Segunda pregunta ¿Me creen estúpida?

—Señorita...

—¿Cómo es que trabajabas para mí y ahora para Diego? ¿Qué sucede aquí?

—No somos los indicados para aclararle esas dudas. Lo único que puedo asegurarle es que ninguno de nosotros pretende hacerle algún tipo de daño.

Me quede en silencio unos momentos observándolos. Esos dos no me iban a dar ningún tipo de respuesta así que era inútil seguir indagándoles.

—Bueno, supongo que no puedo escapar de este lugar por la ventana, mucho menos por la puerta. No tengo opción.

—Sabemos lo difícil que debe ser para usted entender esto, pero le aseguro que cuando sepa la verdad agradecerá lo que hacemos. Yo siendo Diego, hubiera hecho lo mismo por usted.

Me sonrojé al escuchar las palabras de Alhan y la confianza con la que me hablaba. Les dediqué una sonrisa y supe que después de todo, no eran tan malos.

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Diego:

—Quiero el control de las líneas telefónicas.—Ordené.

Luego de dejar a Sofía en casa, tenían que asegurarme que en algún momento ella podía estar completamente a salvo fuera y lo que me tenia jodidamente intranquilo era lo mismo: ¿Quién era el hombre al teléfono la noche anterior? ¿Con quien hablaba? ¿Y que tiene Carlos que ver con él?

—Estamos conectados, hay una llamada en curso.

—Silencio. —Pido.

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1. —¿Como que se llevaron a Sofía? ¿A dónde? ¡Maldición!

2. —No sabemos, la encerré en la habitación, no me explico como pudo salir, estaba inconsciente.

3. —Le dije específicamente que dejara a Sofía en paz, pero él tenia que emborracharse y joder el maldito plan.

1. —Quiero que la encuentren.

3.—¿Y como?

1.—¿Por qué no pensaron eso antes de joderlo todo?

2. —Pero...

1. —Si Sofía no está muerta de aquí a tres meses, lo estaremos nosotros ¿Entienden eso?

3.—Si.

1. —Tráiganla.

---

—Quiero que aseguren el edificio, que Sofía por ningún motivo pueda salir y mucho menos que alguien entre; y quiero como sea que contraten un escuadrón que vaya a donde sus padres, sé de quien se trata y no es alguien con quien se pueda hablar.

—¿Que hay de la memoria de Sofía?

Es mejor que piense que me acaba de conocer.

—Está más protegida sin recuerdos, que sabiendo a lo que se enfrenta. Envíen un medico, necesito saber que tan fuerte es la contusión y si puede agravarse.

—¿A donde irá usted?

Me puse de pié y tomé mi chaqueta del asiento.

—Por respuestas. —Me limité a responder.

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