Tras ser asesinada, las féminas de la comunidad de Potosí tomaron el cadáver, lo lavaron y, luego de hacer un ritual que preservaría su belleza, lo colocaron en una posición. La posición definitiva, eterna, donde la finada podría ser vista a la vez que con sus manos sujetaría el cielo artificial que es el cielo del edificio del que ahora forma parte.

Sus óvulos de piedra almacenan los niños que no llegaron a nacer. La sangre de los toros se mezcla con la del período, los alaridos del animal se confunden con los quejidos contenidos del abuso y la burla.

Azotar la tierra, maldecirla, preñarla y abandonarla, dejándola sola con los frutos como si ella fuese la única responsable por su existencia.

Ojalá las casas se derrumbaran con cada golpe.