Amor secreto

Todo fue perfecto. Era mágico estar a su lado, sentir su piel, sentir sus labios. Cada momento que vivíamos juntos eran perfectos. Pero todo terminaba una vez que el sol salía, debíamos continuar con nuestra vida acostumbrada, uno lejos del otro.

Cada mañana despertaba y descubría que ya no estaba conmigo, me levantaba, cepillaba mis dientes y me alistaba para ir al colegio. Por fuera lucía feliz, igual de asocial que de costumbre pero feliz. Sin embargo por dentro moría.

Y es que lo veía con otras chicas, en la cafetería, en los partidos, en estacionamiento... siempre habían chicas a su alrededor, colgadas de su cuello, de sus brazos. Era un deportista con muchas adolescentes con las hormonas aceleradas a su alrededor.

En un principio sabía que todo iba a ser difícil, nunca pensé que yo le agradara, nunca pensé me mirara de ese modo, pero así fue, y solo lo he disfrutado. Aunque cuando estoy sola, pienso en todas las posibilidades y muy pocas son buenas para mí.

La que más me gusta, es aquella donde decidimos irnos a la universidad juntos, estudiamos juntos, vivimos juntos y nos olvidamos de todas las personas de este horrendo lugar.

Pero sé que la posibilidad más posible es aquella donde todos se enteran y nuestra vida se vuelve un desastre. Justo pienso eso cuando veo algo que me destroza el corazón, una chica, un año menor que ambos, besándolo.

No lo aguanto más, sé que me observa cuando me levanto y me marcho de aquel bullicio de personas. Camino rápido y me pierdo, tratando de llegar al escondite que he tenido desde el primer año en este lugar, un pequeño cuarto de limpieza abandonado, repleto de botes de pintura y muchas cajas de cartón que siempre son mi consuelo.

Lloro. Durante un largo rato lloro... Sé que no me encontrará. Quizás como siempre estoy dispuesta a que suceda lo peor, guardé este lugar para mí, no le dije nada al respecto para cuando me rompiera el corazón, no supiese donde encontrarme.

No asisto a ninguna clase del día, lo cual de seguro me costará un buen castigo, pero lo asumiré; no tengo otra opción. Con los ojos rojos e hinchados salgo de mi pequeño lugar, y recorro los pasillos cuando el timbre anuncia la hora de salida. Corro fuera de aquella multitud, todos me miran de forma burlona. No me importa nada.

Cuando llego al estacionamiento el sol no me permite ver, así que demoro unos minutos en fijarme que él me espera en la entrada. Lleva su chaqueta de cuero por encima de uno de sus hombros y veo en su rostro una expresión llena de preocupación. Sabe que estoy molesta, pero... nunca pensé le importaría.

-Hora de irnos- Me dice, y me invita a seguirlo con un gesto.

-¿No estás muy cerca de mocosas como yo?- pregunto. Me conoce bien para saber que estoy muy dolida.

-No me importa nada, no quiero verte así. ¿Dónde estabas? te he buscado por todas partes.

-Decidí tomarme un momento para mí y me fui a...- pero me interrumpo cuando veo que la chica con la que se besaba en el comedor se acerca corriendo hasta donde estamos nosotros. Se le guinda del hombro y planta un beso en su mejilla, me mira, decide que no soy suficiente para su saludo así que se concentra una vez más en él.

-¿Ya te vas y no me dices nada?- su voz es chillona, agita su cabello rubio de un lado a otro mientras habla y si se inclina más su falda de seguro mostrará todo aquello que debería quedar a la imaginación, al menos hasta la primera cita.

Sin esperar respuesta de parte de él, pongo los ojos en blanco y empiezo mi caminata hasta la estación de autobús. Pero no he dado muchos pasos cuando siento como me hala por un brazo y me arrastra hasta donde tiene aparcado su auto.

-Vamos súbete. - me dice, pero veo que la chica nos sigue hasta el coche.

-Grandioso, ¿quieres un paseito doble?- le espeto.

-Oye, ¿nos vamos? - le pregunta la rubia pegándose más a él -¿por qué pierdes el tiempo con ésta?-dice señalándome. Sin querer escuchar más nada, corro y me subo al autobús que está arrancando. Todo aquello debe terminar, sabía que yo sería la que terminaría herida.

Al llegar a casa, me encierro a mi habitación y lloro, sigo llorando hasta el final del día. Recibo muchos mensajes de él, llamadas, textos, pero prefiero no responder. Sé que tendré que verlo, sé que me enfrentaré a él tarde o temprano...

Lo llamo y le pido vernos en mi jardín trasero, en mi vieja casita del árbol, al menos ahí tendremos privacidad. Al verlo, siento como las lágrimas amenazan con salir pero hago mi mejor esfuerzo y lo contengo. Suspiro cuando se sienta frente a mí, y escucho como se disculpa sin yo decir una palabra.

-No fue mi intención que sucediera todo aquello ¿sí? sabes como son las chicas de loca, y solo he dejado que ella piense lo que quiera, enserio nunca he tenido nada con ella, mira mi teléfono..- dice poniéndolo ante mí. -No tengo nada con nadie más, solo me importas tú, lo siento enserio. Estoy al borde de la locura, ni siquiera me permites que diga que somos algo al menos, ni me dejas hablarte casi en el colegio...

-¡PORQUE NO PODEMOS! nadie puede saber esto

-Lo sé, lo entiendo pero... créeme cuando te digo que solo me importas tu.- Se acerca a mí, me abraza y caigo, una vez más me pierdo en sus brazos, en el olor de su perfume. Nos besamos sin parar durante mucho tiempo, hasta que oscurece y sé que tengo que volver a casa.

Al entrar mi madre espera con un tazón de panqueques recién preparados, nos mira y sonríe. Al sentarnos en la mesa, mi padrastro se une a la comida. Y hablan sin parar, de nuestras notas, de las universidades, de nuestra vida... y así, nada más así, luego de estarnos besando en mi casa del árbol, debemos regresar a la realidad de nuestras vidas donde somos simplemente hermanastros.