Y así fue que continué volando o flotando por encima de las casas, los edificios y montañas. Era a una altura prudente como para que pudiera ver a las personas debajo de mí en medio del caos que se estaba suscitando. La gente corría de acá para allá. Veía que se movía la tierra debajo de sus pies, las casas más precarias no lograban sostenerse porque sus estructuras eran débiles por la enorme entropía del momento. Los más jóvenes y ágiles buscaban refugiarse en las edificaciones más fuertes, otros corrían a las montañas. Cuando de repente comencé a ver personas que desaparecían de la nada. Yo estaba muy confundido, temeroso y dubitativo. Y de pronto se me ocurrió ver a mi diestra y como una revelación que no puedo explicar hasta este día, pude comprender que era El. Si, El mismo que me había llamado, el que me había rescatado aquella vez inolvidable. El mismo que se había interpuesto entre el mal que me atacaba y yo. ¿cómo lo supe? No te lo podría explicar. Solo sé que era El. Inmediatamente recordé aquella frase del sublime cantor que decía -Él es tu sombra a tu mano derecha-

Enlace de la imagen del concurso de crissanch

Entre los nubarrones podía verme enredado, tratando escapar de una realidad fuera del orden que mi mente procuraba; después de tantas vueltas he encontrado una luz que resplandece más que el sol al salir entre las montañas, es aún mayor que un reflector sobre el escenario y tan incandescente que atrasaba mi caminar para que entendiera que solo debía descansar.

Como un bálsamo al herido comencé a sentir paz. Una paz trascendente, pregunté, ahora sin temor. ¿Qué está pasando? A lo que me respondió con voz de trueno, pero sublime al mismo tiempo, -Esto es el Arrebatamiento de mi Iglesia-. Allí desperté.