En la casa ya estaban dos perros, un doberman y un mestizo salchicha, estaban viejos y enfermos, Bronco era el más chiquitito, eran tan pequeñito junto a los otros dos que lo llamé “Hormiga”. El sabía que su nombre era Bronco, pero, también atendía por el sobrenombre, hormiguita.

Bronco era muy alegre y muy ocurrente, siempre apegado a mí y a mi mamá, lo único que le faltaba era hablar decíamos nosotras. Un día fuimos a la playa, Bronco no tenía el año de edad, pero estaba cerca de cumplirlo. Mi hermano y yo nos metimos a la playa y Bronco se quedó en la orilla, mirándonos. De pronto, el solito se metió a la playa y nos alcanzó, nosotros nos sorprendimos, porque los otros perros que tuvimos no les gustaba el agua.

Como se cansaba nadando, yo lo cargaba, después encontramos un tronco y Bronco con sus patitas se sostenía de el, nosotros lo paseamos dentro del agua, fue muy divertido. Jugamos un largo rato, hasta nos fuimos a almorzar, Bronco como si fuera otro niño se quedó ahí todo ese rato con nosotros, jugando.

Había unos botes y nos montábamos, nos subíamos los tres ( a Bronco lo subíamos, jeje) y después nos lanzábamos. Recuerdo que en una de esas como que se cansó y se fue nadando a la orilla, yo lo llamé y el se regresó a donde estábamos, perro fiel.

Bronco se acostaba en el piso boca arriba para rascarse el lomo, le gustaba que lo arrastrara en esa posición por el piso para aprovechar de rascarse. Yo le rascaba el lomo con un cepillito, cuando yo le enseñaba el cepillo, Bronco sabía para que era, y se pegaba de mi, poniéndome el lomo para que lo rascara, lo curvaba ligeramente.

A veces el venía hacia mí y me ponía el lomo para que lo rascara, cuando ya no lo quería rascar más yo lo empujaba y el me empujaba a mí, y daba vueltas y se ponía una y otra vez, para que lo rascara y me miraba como diciéndome “ráscame”, yo me reía.

Un día, estábamos en el cuarto con mi mamá y Bronco hizo algo extraordinario, había un peine en la cama y Bronquito lo agarró y se lo puso a mi mamá en sus piernas. Nosotras nos reímos y le hicimos cariño, volvimos a poner el peine en el otro extremo de la cama y el volvió a hacer lo mismo.

Otras anécdotas, le gustaba el agua fría, cuando yo abría la nevera se metía para que le diera agua. Había un ventilador de pata en el piso, Bronco se acostaba en todo el frente para refrescarse.

Como no recordar a este perrito por sus ocurrencias, no tengo fotos de todos esos momentos, porque sucedió hace mucho, solo conservo estas fotos, ya estaba viejo, algo cansado quizás, pero siempre alegre y ocurrente. Bronco vivió 16 años, se fue un 11 de julio de 2008, me vio estudiar en la universidad, graduarme y empezar en el trabajo que aún conservo ahora. El estaba por cumplir sus 17 años en noviembre, pero se enfermó en julio y su cuerpo viejito no resistió.