Escribir es triste (Esp-Eng) Writing is sad

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Fue triste escribir estas líneas,
aunque en la mentira infinita,
fueron otros,
también les tocó,
perder.

Las palabras son mi arma más fuerte. Las obligo a formar conjuntos hirientes. Tomo una de estas jeringas y me inyecto un poco de morfina. El mundo se pone menos tenso. Me aumentan los poderes. Luego el bajón es sustancial. Puedo volver a inyectarme y reincorporar energía, magia de colores, como le llaman. Lo triste es la soledad. Todos partieron hace un siglo. Me convertía en una bestia mansa que solo dormitaba con los ojos llenos de nubes. Te sueño, maga arcana. Doy una bocanada y el humo levita, se distiende sobre la humedad de cristales. Llega el amanecer de un nuevo año y apenas distingo las luces y fuegos artificiales.
Recuerdo ser un niño que lee libros. Sobre la cómoda estaban mis odiosas fotografías. Amaba leer libros y disfrutar la naturaleza. Le ponía cientos de trampas y pedazos de dulces a las hormigas para ver su ajetreado andar. Me recostaba a un viejo almendro y el tiempo, ilusión de progreso, era deshuesado hasta que la luz lo permitía.
Los libros eran un templo que nunca abandonaba. En el daguerrotipo, en blanco y negro, posaba con un libro. Entonces llegaba el odioso Maik (marido de mi tía) y podía sentir el insoportable olor al alcohol que lo invadía todo. Comenzaban nuevamente las peleas. Siempre terminaba pegándole primero a Agueda y luego terminaban conmigo.
En las mañanas pasado el efecto. Juraba solemne no volver a tomar. Partía a la huelga de los mineros y después de algunos roces con los grandes jefes. Recurrían al bar.
La tía Agueda estaba muy enferma. Tosía mucho, desde siempre. Compraba cigarrillos que preparaba en la despensa a escondidas. Era más un cadáver en ese entonces que la grandiosa mujer que conocía. Huyeron juntos de su pueblo, solo por amor. Pero las crisis son como las rémoras. Mis padres habían muerto en un accidente cruzando la frontera. Con cinco años crucé medio país con un desconocido.
No recuerdo cómo fui a parar a la casa de la tía.
La noche era eterna. Leía un libro de terror. Cada cinco respiraciones sentía la tos de muerte. Todo fue muy rápido. Maik golpeando sin parar una y otra vez el cuerpo de Agueda. Apenas respiraba.
Quedó tristemente tirado y roncando al lado de la cama. Se había desparramado media botella de un potente alcohol que tomaba. Un cigarro consumía su existencia muy cerca. Ayudé un poco a avivarlo. Las llamas comenzaron a danzar sobre su pansa. Cuando pudo sentir dolor era muy tarde.
Ahora, aunque me inyecto esta mierda. Lucho contra esos gritos. La noche viene a arrancarme las entrañas. Veo la carita de Agueda y su mano fría pasándola por mi cabeza. Me amaba.
De ella solo tengo una vieja fotografía entre las páginas de un libro.
Soy un punto huidizo. Soy los adoquines de cualquier calle. Veo colores, veo la muerte, la estrecho en mi pecho. Corro. Río. Lloro y me inyecto.

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*It was sad to write these lines,
though in the infinite lie,
there were others,
it was also their turn,
to lose.

Words are my strongest weapon. I force them to form hurtful sets. I take one of these syringes and inject a little morphine. The world becomes less tense. My powers increase. Then the comedown is substantial. I can re-inject myself and re-incorporate energy, colored magic, as they call it. The sad thing is the loneliness. They all left a century ago. I became a tame beast that only dozed with eyes full of clouds. I dream of you, arcane magician. I take a puff and the smoke levitates, dissolves on the humidity of crystals. The dawn of a new year arrives and I can barely make out the lights and fireworks.
I remember being a book-reading child. On the dresser were my hated photographs. I loved reading books and enjoying nature. I would set hundreds of traps and pieces of candy for the ants to watch their hustle and bustle. I would lean against an old almond tree and time, the illusion of progress, was boned until the light allowed it.
Books were a temple that I never left. In the daguerreotype, in black and white, I would pose with a book. Then the odious Maik (my aunt's husband) would arrive and I could feel the unbearable smell of alcohol pervading everything. The fights would start again. I always ended up hitting Agueda first and then they would finish with me.
In the mornings it would wear off. I solemnly swore not to drink again. I would leave for the miners' strike and after a few run-ins with the big bosses, I would go to the bar. They resorted to the bar.
Aunt Agueda was very sick. She always coughed a lot. She bought cigarettes that she prepared in the pantry on the sly. She was more of a corpse then than the great woman she knew. They fled their village together, just for love. But crises are like remoras. My parents had died in an accident crossing the border. When I was five years old, I crossed half the country with a stranger.
I don't remember how I ended up at my aunt's house.
The night lasted forever. I was reading a horror book. Every five breaths I felt the death cough. It was all very fast. Maik was beating Agueda's body over and over again. She was barely breathing.
He lay sadly and snoring beside the bed. He had spilled half a bottle of the potent alcohol he drank. A cigarette consumed his existence close by. I helped a little to stoke it. The flames began to dance across his pansy. By the time he could feel pain it was too late.
Now, even though I inject this shit. I fight against those screams. The night comes to rip my insides out. I see Agueda's little face and her cold hand running it over my head. She loved me.
Of her I only have an old photograph between the pages of a book.
I am an elusive dot. I am the cobblestones of any street. I see colors, I see death, I hold her close to my chest. I run. I laugh. I cry and I inject myself.

Translated with DeepL.com (free version)

For this writer, motivator and friend. @wakeupkitty