Game over

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Kitty estaba situada en la puerta. Odiaba estar dentro de la gasolinera cada vez que íbamos a robar. Caminamos unas treinta cuadras. Desde hace un par de semanas que estuvimos merodeando la gasolinera para saber cuáles cámaras estaban funcionando. El pecoso había soplado por cincuenta pavos los fallos de la circuitería. Era una de esas estaciones de bombeo medio desvencijadas a media milla de la ciudad. El custodio estaba en el hospital por algo que Willy (el jodido pecoso) le había echado en el café.
Todo era muy sencillo. A eso de las diez, el dependiente se quedaba dormido viendo estupideces en la tele local. Doblamos un par de sábanas para amordazarlo y nos pusimos pasamontañas. Kitty era tremendamente guapa. Tenía una especie de cicatriz en el labio que resaltaba su juventud. Los hombres se volvían locos por ella.
Ella llegó de imprevisto y dejó que el viejo de la gasolinera la abrazara. Estuvo un rato sollozando y hasta dejó que le manosearan un poco las tetas. Su cara siempre se iluminaba, tal vez de adrenalina. En cualquier descuido le había propinado un fuerte golpe en la cabeza. Con un pisapapeles en forma de ángel. Era un objeto sólido, de acero. La herida comenzó a surtir sangre como uno de esos grifos del metro.
Cuando entramos, hacía unos grititos como de loca. Se había fumado cincuenta cigarrillos hasta la mitad y sus ojos eran un agujero sin fin. Estaba tan absorta en un puto juego de naves. Que ni siquiera parecía notar la mancha creciente en el piso.
Fue en un dos por tres a la puerta. Encendió un cigarro, le dio dos bocanadas y lo tiró. Gritó por primera vez. par de mierdecillas. Parecen señoritas. Nunca han visto un puto muerto. Antes que nada, nos pasó un cuchillo y una pequeña cierra. Debemos acabar cuanto antes. No debe quedar nada. Me han dicho que lo mejor es echarlo a las pirañas. ¿Qué pirañas?—pregunté.
Las palabras quedaron en el aire. El pecoso moqueaba en una esquina.
La máquina seguía con su monótono sonido de engranajes y navecitas. Ella era perfecta. Su sensualidad ahora era como una orquídea desparramando polen y abejas revoloteando. No me había fijado nunca en la redondez de sus senos. Pero había trabajo que hacer. Ya eran pasadas las tres de la madrugada.
Vino donde estaba el pecoso y le dio una patada en la cara. Gritó muy fuerte. Tendremos dos fiambres esta noche. Lo tendré en cuenta si no acabas de ponerte a cortar. Pero mientras voy a terminar este juego. Me pone de los nervios. Y comenzaron a desfilar en la pantalla. Muñecos verdes y azules. Y ella comenzó a disparar la nave, como si en ello se jugara la vida.

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Kitty was stationed at the door. I hated being inside the gas station every time we went to steal. We walked about thirty blocks. For a couple of weeks now we had been prowling the gas station to find out which cameras were working. Freckled had blown for fifty bucks on the circuitry failures. It was one of those half dilapidated pump stations about a half mile out of town. The custodian was in the hospital for something Willy (freckled fucker) had spiked his coffee.
It was all very simple. At about ten o'clock, the clerk was falling asleep watching stupid shit on the local TV. We folded a couple of sheets to gag him and put on balaclavas. Kitty was tremendously pretty. She had a sort of scar on her lip that emphasized her youth. Men went crazy for her.
She came in unexpectedly and let the old man at the gas station hug her. She sobbed for a while and even let them grope her tits a little. Her face always lit up, perhaps from adrenaline. In any carelessness he had given her a hard blow on the head. With a paperweight in the shape of an angel. It was a solid object of steel. The wound began to spurt blood like one of those subway taps.
When we came in, she was screaming like crazy. She had smoked fifty cigarettes halfway through and her eyes were an endless hole. She was so engrossed in a fucking game of ships. She didn't even seem to notice the growing stain on the floor.
She went in a flash to the door. She lit a cigarette, took two puffs and threw it away. He shouted for the first time. pair of little shits. They look like ladies. They've never seen a fucking dead man. First of all, he passed us a knife and a small lock. We must finish as soon as possible. There must be nothing left. I was told that the best thing to do is to throw it to the piranhas. What piranhas,” I asked.
The words hung in the air. The freckled man was sniffling in a corner.
The machine continued with its monotonous sound of gears and little ships. She was perfect. Her sensuality was now like an orchid scattering pollen and fluttering bees. I had never noticed the roundness of her breasts. But there was work to be done. It was after three in the morning.
She came over to the freckled guy and kicked him in the face. She screamed loudly. We'll have two stiffs tonight. I'll keep that in mind if you don't finish cutting. But in the meantime I'm going to finish this game. It's getting on my nerves. And they started parading on the screen. Green and blue dolls. And she began to shoot the ship, as if her life was at stake.

Translated with DeepL.com (free version)

Para @freewritehouse, que de solo ver la imagen esto fue lo que me vino a la cabeza.
A: @chriddi, @hefestus, seguro te va a gustar jjj. @waterjoe
y al maestro @wakeupkitty
Escrito. Cuba. 11.09pm