Qué Dios tenga piedad de nosotros...entiendo, entiendo, es siempre lo mismo en todo país del mundo que carece de instituciones virtuosas (aquí se salvan los anglosajones, incluso los oceánicos, y los del extremo norte de Europa). Quienes vivimos en los demás, lidiamos con ese mismo percance. ¿Sin embargo, sabés qué es lo peor? Que la gente se deja desmotivar muy fácilmente. En el área geográfica donde vivo yo, el pueblo es muy, muy fútil. Solo piensa en fiestas, fiestas y más fiestas (y las fiestas cuestan caras, pero, muy bien, hay los préstamos, hay las tarjetas de crédito, peor, hay la convicción de que el dinero se caerá por el cielo un día u otro). El ciudadano promedio no se preocupa ni pizca con su educación, menos con la de sus hijos. Los negocios más prósperos, por supuesto, son las peluquerías, manicura y design de cejas. No hay dinero para el pan, pero siempre lo hay para pintarse las uñas, para hacerse poner uñas postizas (casi no veo mujer que no las tenga) y también para la cerveza. Mirá, no soy para nada en contra de los negocios que tratan de la belleza. Para nada. Debido a que en mi ciudad me queda casi imposible trabajar con la educación, debido a que en este momento mi pareja no puede mudarse para un lugar mejor, ya estoy pensando en acceder a cursos gratis de manicura y maquilladora. Para tener un trabajo digno. Lo que me aflige es la total displicencia que puedo tocar con mano a mi alrededor por donde vaya.
No sé a cuánto les corresponden 20 dólares en Venezuela. En mi actual país serían poco más de 100 reais y ese monto no paga ni la cuenta del wifi doméstico...