México lindo y querido: Recuerdos.

Los recuerdos a veces nos persiguen, no porque sean dolorosos, sino porque nos llenan de nostalgia al evocar a las personas maravillosas que hemos encontrado en el camino. A lo largo de mi vida, he conocido seres humanos extraordinarios, llenos de amor y bondad, capaces de brindar su cariño a alguien que apenas acaban de conocer.

Este es precisamente mi caso. No pasé mucho tiempo viviendo en México, pero en cada lugar que pisé, procuré dejar una huella en las personas con quienes dialogaba. Buscaba aprender de su cultura, de su historia, de quiénes eran y cuáles eran sus sueños. Así fue como conocí a la señora Conchi y a su hija Valeria, dos mujeres con una humildad y sencillez en el corazón que pocas veces había visto.

Hasta que salí de mi querida Venezuela, de la ciudad que me vio crecer, Maracaibo, no conocí la discriminación, el racismo o la xenofobia. Pero incluso fuera de mi país, aún creía firmemente que los buenos somos más. Fue en Tapachula, una tarde cualquiera, cuando nos encontramos con una persona que, por pura generosidad, nos ofreció una casa en alquiler tras apenas dos días de haber llegado. En un país donde algunos advertían sobre la deshonestidad y la "viveza criolla" de ciertos connacionales, yo decidí aferrarme a la esperanza de que la bondad prevalece.

En mi día a día intentaba mantener una alimentación cetogénica, pero hubo momentos en los que resultaba difícil seguirla. No por falta de dinero, sino porque en el camino encontré personas que necesitaban ayuda, familias con niños que apenas tenían qué comer. En esos momentos, decidí dejar de lado mis hábitos alimenticios y compartir con ellos. Y si bien me salía de mi dieta, lo hacía con alegría, convencido de que el valor de un plato compartido superaba cualquier restricción alimenticia.

La señora Conchi, cuyo nombre real es Concepción, vendía tamales desde su casa. Estos, a diferencia de los guapitos dulces que conocía de Maracaibo, estaban hechos de maíz y rellenos de carne, pollo, puerco o panza de res. Una mañana, al enterarme de que prepararía tamales, supe que era el momento de probar ese plato típico mexicano en su propia mesa.

Desde el instante en que crucé su puerta, fui recibido como un miembro más de la familia. Recuerdo que aquella primera vez me comí cuatro tamales acompañados de un café con leche que ella misma preparó en un fogón de leña en su patio. Así comenzó una amistad entrañable y la costumbre de visitarla cada mañana para compartir el desayuno y apoyar su emprendimiento.

Nuestras conversaciones eran interminables. Hablábamos sobre Venezuela y México, sobre la dura realidad de los carteles y sobre la grandeza de Dios, quien nos había mantenido a salvo en el camino, protegiéndonos de los peligros que muchos aseguraban haber enfrentado. ¡Qué tiempos aquellos!

¿Picantes? ¡Claro que sí! Le echaban un toquecito de chile (toque para ellos, pero para mí, un verdadero incendio, jaja), sin embargo, puedo decir que tiene beneficios a la salud muy buenos, siempre y cuando el exceso de su consumo no sea la regla. Entre los beneficios del chile picante encontramos que tiene efectos inflamatorios, acelera el metabolismo y mejora la circulación sanguínea, fortalece el sistema inmunológico y puede aliviar el dolor, mejora la digestión y reduce considerablemente las enfermedades cardíacas, y produce una sensación placentera y de bienestar porque produce en el organismo la liberación de endorfinas.

Ahora, mientras el reloj marca casi las 5 de la mañana, le he enviado un mensaje por WhatsApp, aunque allá deben ser las 2 am (seguramente se reirá de mi desubicación horaria), diciéndoles que quiero saber cómo están y cumplir una promesa que le hice antes de viajar a los Estados Unidos, porque las promesas son para honrarlas, no para olvidarlas.

Si algo aprendí en mi tiempo con ellos, es que llevar una vida sin estrés y sin preocupaciones puede alargar nuestros años en esta tierra. El esposo de la señora Conchi cumplirá este mes 94 años. Al ver el lugar donde viven, rodeados de naturaleza, loros, dos perros, un gato, algunos pollos y patos, me doy cuenta de que la clave de la longevidad está en la paz interior. Vivir con gratitud, disfrutar de la tranquilidad y rodearse de amor es, sin duda, la mejor fórmula para una vida plena y larga.

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3.- Suscriptores, Seguidores o Relaciones: El verdadero sentido de una red social.