Un beso con sabor a Tequila

Alrededor de la destilación y consumo de bebidas alcohólicas, han existidos mitos, leyendas y prohibiciones; las fechas no pueden ser exactas pues se operaba en la clandestinidad. Una de las leyendas de terror, terminó bautizando a un pueblo en mágico, por allá en las tierras de Jalisco. El Vino Mezcal -como también se le conoce al Tequila- surgió de la siguiente leyenda indígena: Un grupo de indígenas mexicas caminaban de maguey en maguey, como era normal por esas áridas tierras, para ir de finca en finca.

De repente se les vino encima una tormenta poco común; como pudieron buscaron refugio en las pencas más altas, pero un rayo azotó a unas plantas dejándolas totalmente cocidas; cuando hubo terminado la lluvia, se acercaron a las casi calcinadas pencas del maguey, y al remover las cenizas notaron un agradable aroma de miel, de la savia de las pencas. Creyeron que algún dios les envió esas señales, se arriesgaron a probar la miel, que resultó con un sabor intenso, que no los daño, iniciaron a cocer las pencas…

Descubriendo o imitando la acción de aquel del rayo; con el tiempo le llamaron Agave. Y para poder disfrutar del licor hicieron mezclas en jarros y ollas de barro. Luego con el paso de los años, los españoles trajeron los alambiques de cobre, e iniciaron, junto a ellos una fabricación mejor destilada: Este tipo de vino mezcal, es una identidad del pueblo y del carácter del pueblo mexicano rural. Cuando el Tequila llega a la sangre, que es en minutos; -dicen los catadores- el aroma del Agave, les embelesa el alma, cuál rayo de tempestad; -es bueno, porque seduce los sentidos-