Jacob Kotelnikov observó con disimulo al grupo que se concentraba en la planta baja de la discoteca The House of Mirth. La música resonaba a lo largo del edificio. Parejas de jóvenes y no tan jóvenes danzaban sin parar sobre la pista; algunas estaban bajo el efecto de las bebidas y las drogas, por lo que no le extrañaba que los baños estuvieran llenos de gente vomitando.
Dándole la espalda al paisaje vibrante de la discoteca, Jacob se dirigió al sofá de la sala VIP que había reservado esa noche para pasar un rato con sus amigos. Éstos consumían las exóticas bebidas servidas por el encargado del área. Sentándose al lado de su amante de turno, quien se encontraba en estado de ebriedad, el joven suspiró con aburrimiento.
No tenía nada en contra de las salidas nocturnas diarias; de hecho, él amaba las fiestas. Sin embargo, en últimas fechas había empezado a aburrirse de aquél ritmo de vida. Quizás había llegado el momento de pasar a otro nivel; quizás ya empezaría a limitar sus salidas nocturnas y recuperar las horas de sueño perdidas. Quizás cuando menos lo esperase, encontraría a su nordekai.
Suspiró con desgano mientras se levantaba nuevamente del sofá con la intención de dirigirse hacia la ventana.
El ambiente era el mismo; las luces de neón destellaban de manera intermitente, las bailarinas profesionales se movían al ritmo de la música y los asistentes disfrutando de su juventud a lo máximo. Sin embargo, en esa facción de segundo, un par de ojos castaños se encontraron con los de Jacob.
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