Lo bueno de los fines de semana es que la mayoría de las veces tenemos más tiempo libre que los días de semana. Al despertarme como todos los días, lo primero que hago es dar gracias a Dios por otro día de vida y por estar saludable, me puedo levantar de la cama con toda normalidad y no tengo ningún dolor sino del cuello que a veces me quedo dormida en una mala posición, pero al rato se me pasa el malestar.

Los fines de semana me gusta preparar empanadas, ya le tengo las medidas y las técnicas, para cocinarlas rápida, mientras en una hornilla monto la olla para el café, por otro lado, amaso la harina de maíz y le coloco todos los ingredientes necesarios para que me queden suavecitas. Las empanadas para comer en el desayuno considero es un desayuno completo, las rellené con queso blanco rallado y una taza de café.

Después de fregar los platos y utensilios que usé en el desayuno, organicé la cocina y otras áreas de la casa, luego me dispuse salir al mercado para comprar unas guayabas para acompañar el almuerzo del día. Me quedaba unos muslos de pollo en la nevera, los preparé sancochados, pero le agregué, cebolla, comino, ajo, sal y unas hojas de cilantro para dar un toque aromatizado y arroz blanco con un poquito de salsa barbecue rosada de un frasco chino que da un sabor especial a las comidas.

Llegando las 3:00 p.m. siempre me provoca comer algo dulce, rompí con la dieta me quedaba torta, milhojas y algo de refresco en la nevera, no soy amante de tomar refrescos pero el sabor de esta bebida estaba muy sabrosa, creo se llamaba sabor a tutti frutti, era deliciosa.

Para la cena me comí mi primer pan de jamón del año, mi hija trajo un pan de jamón le regalaron en su trabajo, parecía más bien un sándwich porque tenía queso amarillo, nuevamente tomé refresco, pero sabor a coca cola, la cena estuvo muy sabrosa.