Recuerdos graciosos de mi infancia😜

Los recuerdos son una interesada antología que, por alguna razón, la memoria se quedó con ellos. Vienen y van para llevarnos a ese tiempo donde ya no podemos estar...

_{Imagen diseñada en PowerPoint/ F}

---

Éramos siete muchachos que nos la pasábamos corriendo en ese patio inmenso, dos de mis hermanos, cuatro primos y yo. Hacia adelante estaba la casa familiar, donde además de los nueve hijos que tuvo mi madre, vivía también el abuelo. El abuelo fue un hombre que trabajó incansablemente hasta el día en que tuvo que partir de este mundo. Acostumbraba a levantarse muy temprano para ir hacia el cerro donde tenía su sembradío o para el mercado, cuando llegaba el fin de semana.

Una de nuestras acciones más emocionantes era quitarle al abuelo las frutas, los panes o los dulces que guardaba con un celo sobrenatural. No se trataba de que era un hombre mezquino, sino que le gustaba repartir entre sus nietos, de manera equitativa, todo lo que compraba o cosechaba en sus tierras. Sin embargo, a ninguno de nosotros nos parecía bien esperar la hora en que el viejo se dignara, al fin, a darnos las cosas que nos traía; preferíamos buscar la oportunidad de tomarlas clandestinamente para verlo luego pelear.

Una mañana en que el abuelo regresó temprano del cerro, trajo un hermoso racimo de cambur que colocó distraídamente en una mesa pequeña que estaba en el patio. Nosotros estábamos, en ese momento, comiéndonos unos panes dulces con una taza de café con leche, pero en seguida les metimos el ojo a los llamativos frutos. Un rato después, cuando el abuelo fue a recoger los cambures para guardarlos, solo quedaban dos o tres. Fue entonces cuando gritó alarmado y mostrando una angustia desproporcionada:

—Dios mío, quién se comió esto, se va morir envenenado, el que toma leche y luego come cambur no dura vivo ni una hora, esas dos cosas juntas son un veneno mortal.

Mi hermano José peló los ojos y yo me quedé mudo. Inmediatamente sentí que la garganta se me cerraba y un hormigueo me recorría todo el cuerpo. José, por su parte, dijo que se le había pegado un dolor muy fuerte en el pecho y que tenía muchas ganas de vomitar. Los dos manifestamos, apenas con un hilo de voz que se cortaba a cada rato y casi no se escuchaba, que nos llevaran al hospital.

El abuelo corrió y dijo, "sí, hay que llevarlos rápido," pero luego volteó muerto de la risa para señalarnos con tono de reproche: "eso es embuste, muchachos pendejos, me dan ganas de darles cuatro chaparrazos a cada uno por comerse mis cambures." Apenas había terminado de hablar, nos recuperamos por completo.

---

---

---

---

---

Invito a los amigos: @nancy0, @tahispadron y @carmari para que se sumen a este emotivo concurso.