Hola queridos amigos digitales

Ante todo quiero agradecer al scouter @fjjrg por proponer este tema, que nos motiva a jugar con la imaginación a partir del inicio de un cuento. Tratemos de sacar nuestra vena escritora en este interesante ejercicio.

También quiero invitar a @adriancabrera @leonciocast y @cive40 para que se unan a este concurso , porque estoy seguro que redactarán algún cuento reflexivo y emotivo.

Preocúpate por disfrutar

El colapso de Amanda

Cuando Amanda recobró el conocimiento, estaba recostada sobre una alfombra gris plomo con diseño de rombos y espirales. Se sentía pesada. Apenas podía levantar los párpados. Estaba estirada cuan larga era y tenía la cabeza apoyada sobre los muslos de una mujer de pelo cenizo y mirada cariñosa que estaba sentada en el piso peinándola con un cepillo de cerdas muy delgadas.

-Es un cepillo muy suave -dijo con extrañeza. Recordó que en su infancia su abuela Marta la peinaba con un cepillo parecido, pero no igual. Pensó que a estas alturas nadie usaba ese tipo de implementos para el cabello.

-Es de los que se usan para las niñas que se portan bien -dijo con indulgencia la mujer que le acicalaba la cabellera.

El colapso de Amanda

-Pero este es extraño -dijo Amanda- nunca había visto ese color.

A pesar de lo detallista que era, nunca había visto, o al menos no recordaba el nombre del color del cepillo. Era como un turquesa claro que no terminaba de ser verde ni celeste. Reparó entonces en que el color del cepillo y la textura de sus cerdas eran detalles en los que no debería pensar en un momento en el que tenía tantas ocupaciones.

Miró lentamente a su alrededor y vio que estaba en una habitación alfombrada, con paredes de ladrillos rústicos y techo con “cielo falso” de láminas blancas y beiges. En una esquina de la habitación crecía un árbol de níspero cargados de frutas y tres pequeños pájaros jugaban y se perseguían entre sus ramas. Debajo del árbol había un viejo auto de los años 80 con el capot levantado y la mitad del motor desarmado. Soplaba viento dentro de la habitación y susurraba entre las ramas del árbol.

-¿Dónde se supone que estoy? -preguntó Amanda no muy segura de querer conocer la respuesta.

-No te preocupes por el lugar -dijo la anciana- preocúpate por regresar y disfrutar.

-¿Regresar de dónde? ¿A dónde voy a regresar?

-Y no le tengas miedo a la electricidad, es como un impulso...

El colapso de Amanda

Sus ojos se cerraron tan pesadamente que no pudo abrirlos aunque lo deseara. El arrullo del viento se fue apagando y en su lugar comenzó a escuchar voces desconocidas -al menos cuatro personas- que gritaban dando órdenes sin parar.

Sintió una fuerte descarga eléctrica en el pecho, y fue cuando abrió los ojos de golpe. Lo primero que vió fueron unas luces muy blancas que no tardó en reconocer como las de un quirófano.

-Doctor, abrió los ojos, la tenemos de vuelta -dijo orgullosa una enfermera con una mascarilla y dos palas de desfiblilación en sus manos.

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