LIBRO DE LAS MUTACIONES

in hive-183255 •  3 years ago 

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LIBRO DE LAS MUTACIONES


José Francisco Ortiz era un especialista del I Ching (libro de las

mutaciones). Una vez un amigo biólogo, me pidió que

intercediera ante el maestro, para que le leyera este antiguo libro.

Lo visitamos en su casa en Santa Cruz de Mara, amplia y silenciosa.

El poeta lanzó unas monedas y comenzó a hablar de un niño, una

mujer y un hombre. Todo resultó aparentemente satisfactorio, y

tranquilizó a este erudito en serpientes. Entre otras cosas porque no

le predijo nada. Unos días después, en un café que asiduamente

visitábamos, el autor de “Bajo esta Soledad”, me reclamó sobre la

visita inesperada, porque entre otras cosas, las predicciones del

I. Ching que él interpretaba eran exclusivamente para los amigos.

A los demás les pedía que fueran a consultar a las brujas de

Macbeth, o a un brujo en Carvajal que intuía usando simetrías tu

futuro irrevocable.


DANZANDO ENTRE MARIPOSAS


El taller literario de la Secretaría de Cultura del Estado Zulia, tuvo

momentos estelares. La presencia de Vicente Gerbasi fue un salmo

para la poesía. El autor apegado a los olores de la tierra, al

Canoabo de las afueras de Valencia, donde descubrió el arte de sol,

e incluso la tristeza en los ojos de una hermana enferma. Recuerdo

un diálogo que se presentó entre nosotros sobre la obra de Ángel

Miguel Queremel, a la que el autor de “Los Espacios Cálidos”, parecía

no encontrarle trascendencia; y ante mi insistencia en puntualizarle

líneas de belleza del falconiano universal; Gerbasi, tratando de

conciliar con mi pasión, aseguró que Queremel nos fue arrebatado muy

pronto por la muerte (aunque murió a los cuarenta años); y por ello su

poesía quedó en estado de efervescencia. Vicente Gerbasi, el mismo

que encontramos en un cuarto del hotel del lago vestido con una manta

guajira danzando entre mariposas.


MUJERES


Hubo un sueño. Mujeres se bañaban en el Ganges (río que purifica).

Me acerqué a sus voces de campanas, de hondas que me atraían.

Trampas de la fe, mi acercamiento era huida. ¿Que más podía esperar

de los seres del agua?

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