La época preferida de mi vida, la más maravillosa, entre otras muchas, eran nuestras vacaciones en Cuicas, un pueblito del estado Trujillo en los Andes venezolanos. En ese pueblito nació mi mamá. Cuando mi papá lo conoció se enamoró de él y decidió que las vacaciones las pasaríamos allá. Y así fue. Durante toda mi infancia como hasta mi adolescencia.
Recuerdo, primero, los preparativos: mi mamá arreglando la ropa, haciendo las maletas, el corazón se nos ponía...bueno, la taquicardia, pues,...de la alegría. Y cuando nos decían:
"- Mañana nos vamos pa'Cuicas" esa noche no dormíamos. Nos poníamos de acuerdo los tres y lo pasábamos sentados en la cama o en la sala pero sin dormirnos, porque la emoción era tal que no podíamos dormir de solo saber que al día siguiente nos iríamos para Cuicas.
Cuicas significaba para nosotros libertad, bochinche, juegos, excursiones... Cuicas era el saber que podríamos hacer lo que quisiéramos. Todo lo que un niño de ciudad no puede tener lo teníamos en ese pueblo. Poder salir porque no había carros, no había nada.
La zona que nosotros visitábamos se llamaba El Vigía. El pueblo de Cuicas quedaba abajo y luego se ascendía por una subida como de dos kilómetros aproximadamente para llegar al sitio donde nosotros nos quedábamos que era en la casa de mi padrino Victor. Allí vivían él, mi Mamavieja, Edelmirita (Que era la hija de ambos), Nicolasa (Hija de mi padrino Victor) y mi padrino Neptalí.
Mi padrino Víctor tenía una pulpería que era tan grande y tan bien surtida, con tanto inventario que en casa había un libro donde mencionaban "la pulpería de Don Victor Ramos".
Recuerdo cuando llegábamos al pueblo que todos los niños se ponían a los lados del carro, avanzando a su paso y gritando con gran alegría. "-¡Llegaron Los Pasquier! ¡Llegaron Los Pasquier!" demostrando toda esa alegría porque nosotros habíamos llegado. Generalmente mi mamá llevaba la ropa y los zapatos que que ya nos quedaban pequeños y los distribuía entre todos estos niños. Y mi papá, por su parte, estaba muy pendiente de atender a estos niños andando con ellos, enterándose de sus necesidades, llevándolos a pasear con nosotros.
Al llegar, lo primero que hacíamos era ir a la pulpería de mi padrino a comprar las respectivas alpargatas. No solo para nosotros sino para todos los muchachos a quienes mi padrino acogía. Al día siguiente comenzaría lo que sería nuestra rutina diaria: Lo primero era levantarnos de madrugada para ver el ordeño de las vacas que estaban en el patio de la casa. Las habían traído desde El Redil (Una zona de Cuicas) para hacer el ordeño.
Corríamos a la cocina y nos daban medio vaso de café recién colado. Corríamos al ordeño a que nos echaran la leche en el café ¡Directamente de la vaca a nuestros vasos! Con sus respectivos: "Deja la vaca que es brava", "No te acerques al toro", "El becerro te puede pisar", "¿Sabes qué duele? Una pisada de un becerro" (Y esto es cierto. Lo afirmo porque a mí me pisó uno)
Entrábamos a la casa luego de haber visto el ordeño y haber molestado a los que estaban ordeñando - porque nosotros no sabíamos nada de eso - y nos daban un trago de miche (Una bebida alcohólica muy fuerte, típica de la zona, es como el aguardiente claro pero su sabor es muy similar al del anís pero no es dulce) para, según los viejos "hacernos el estómago", para que tuviéramos apetito a la hora del desayuno. Aquello nos encendía hasta el cerebro. Eso era alrededor delas 7. Ya a las 8:30 nos estaban llamando para desayunar: arepas de maíz pela'o, caraotas, queso, cuajada, cochino frito, unos desayunos opíparos. Los mejores desayunos que tú te puedas imaginar que hay en un pueblo. Y más cuando quieren agasajar al visitante.
Cuando éramos muy pequeños no había alumbrado público, había solo un bombillo al frente de la casa de mi padrino Víctor, en el cerrito (Uno de nuestros cerritos preferidos por nosotros).
A la seis de la tarde ya todos estábamos dentro de casa para cenar. A esa hora nos bañábamos, cenábamos y nos sentábamos a las 7 cada quien en su silla con el rosario en la mano para rezar antes de acostarnos. De siete y media a ocho ya estábamos durmiendo para comenzar la faena al dia siguiente otra vez a las cinco y media de la mañana.
Cerca de la casa había un manantial que se llamaba El Tendal. Había qué caminar aproximadamente unas siete u ocho cuadras para llegar al Tendal. Caminar por el monte porque no había camino sino un sendero que nos llevaba al manantial. Allí íbamos a bañarnos alrededor de las once de la mañana. El agua era extremadamente fría. Un agua cristalina, transparente con un delicioso sabor. De allí regresábamos a la casa al mediodía a almorzar.
Lo que hacíamos en Cuicas era: jugar con barro, hacer excursiones, buscar mamones, buscar maíz para hacer las cachapas y echar varilla hasta el infinito. Salíamos para mucha sitios. Mi hermana Rosana y yo nos sentíamos "las reinas del pueblo" porque así nos trataban cuando llegábamos.
Cuicas era una maravilla...realmente no encuentro las palabras adecuadas para poder expresar lo que Cuicas significaba para nosotros.
Mi padrino Víctor llegó a vivir ciento doce años y quedó ciego. Cuando nosotros llegábamos, pasado un año de nuestra visita anterior, entrábamos todos directamente a su cuarto a pedirle la bendición. Y él, dentro de su ceguera, y sin haber escuchado nuestras voces desde hacía un año nos decía "Dios te bendiga Flor, Dios te bendiga Rosana, Dios te bendiga Guillermo" A cada uno por su nombre...nos reconocía la voz. "Mamavieja" que era la esposa de mi padrino Victor, murió muchos años antes. Pero recuerdo sus manos suavecitas. En las tardes se sentaba a las puertas de la casa en una banqueta a peinar su cabellera que era tan larga, que creo que e llegaba hasta las corvas. Su cabellera blanca. Y allí se tejía las largas crinejas.
Nicolasa, otra de las que vivía en esa casa, era muy regañona. Ella por todo se ponía brava. Y ella hacía alpargatas de cocuiza. A nosotros nos encantaban. Siempre, al final del viaje, ella nos regalaba (a las mujeres) un par de sus alpargatas.
Otra de las cosas: Cerca de la casa vivía Doña Petronila. Doña Petronila hacía lo que llamaban en Cuicas "El Amasijo", que era hacer cucas (Lo que llaman catalinas), acemas,hacía pan, y a la hora que las hacía ese olor inundaba toda la zona. Ese olor a pan, a anís dulce, papelón... era exquisito. Uno decía: - "La señora Petronila está haciendo pan, vamos a comprar para comer con café". Realmente era maravilloso.
Pasabamos el día jugando, montados en el cerro. Había un cerrito en el patio de la casa que nosotros creíamos que era un cerrote... el Everest se quedaba corto ante nuestro cerro. Cuando ya fui adulta me di cuenta que el cerro no medía más de tres metros..jajajaja. Pero para nosotros, vivir montados en ese cerro era la gloria.
Nosotros conocimos todos los pueblecitos del estado Trujillo porque papá, por lo menos de ese viaje pasábamos unos días en Cuicas todos, el resto mi papá y mi mamá se iban solos para Mérida, para algún pueblo, ciudad, se iban para Valera, solo ellos dos y lo otro era que nos montaban en el carro: "Vamos a conocer Carache", "Vamos a conocer Monay", "Vamos a conocer Boconó", "Vamos a conocer Isnotú", "Vamos a conocer..." ¡Todos los pueblitos!
De eso tenemos una anécdota: En la escuela le pidieron a mi hermana Rosana (@petronila) que hiciera una narración de sus vacaciones. Los demás alumnos se paraban: "Yo fui para Disneyworld", "Yo fuí para no se donde", "Yo fui para..." Y Rosana se paró y dijo: "Bueno, yo fui para Cuicas, Isnotú, Carache, Boconó, Betijoque..." Nombró como quince, veinte pueblos. Y todo el mundo: "¿Y tú saliste a pasear para todos esos pueblos?"
A mi papá le encantaba eso. A mi papá le encantaba que nosotros conociéramos todas las iglesias de todos los pueblos que visitábamos. Antes las iglesias permanecían abiertas y a cada pueblo que íbamos visitábamos todas las iglesias que hubiera. Siempre tuvo esa maravillosa idea. Era en verdad algo maravilloso.
En Los Andes los rituales de los santos son muy... de hecho, frente a la casa de mi padrino quedaba la casa de San Benito, el Santo Patrono del pueblo creo yo que es, y ya nosotros grandecitos, adolescentes, le hicieron una capilla. Mi padrino donó un terreno que le pertenecía que quedaba un poquito más abajo de la casa y construyeron allí la capilla para San Benito, porque era el Santo Patrono. Y eso fue un acontecimiento esa capilla que hicieron allí, en la zona de El Vigía, arriba.
Cuicas para mí fue un aprendizaje. Allí se respiraba amor, armonía, libertad.
La ultima vez que fui, fue en el año 2016. No reconocía nada. Cuando vi el cerro donde jugábamos tanto me di cuenta que medía máximo cuatro metros. La casa donde tanto jugamos, nos divertimos, disfrutamos, estaba cerrada. Ya no existía nada de lo que estaba ligado a mis recuerdos de niña. Sólo mis remembranzas de una infancia maravillosa.
Invito a participar a @amaponian y @prometeo01
Las bases del concurso se encuentran acá
@flordi, gracias por la mención ♡
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Hola, @prometeo01, espero ver tu participación en este concurso.
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@flordi, gracias por etiquetarme. Voy a participar :3
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Creo que si hubieses compartido solo las imágenes no habría sido necesario el texto ya que hablan por sí solas, me impresiona toda la historia que cuentan, da gusto apreciarlas y notar todos los recuerdos que hay tras ellas
Se nota que tuviste una gran infancia y lo que disfrutabas de aquel hermoso pueblo. Los Andes son mágicos.
Te felicito. Mucha suerte en el concurso.
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Hola @josebenavente, si mi infancia fue muy especias tuve unos padres maravillosos que se encargaron de hacernos muy felices
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Muy bueno este post. Me causa noslalgia de tiempos y lugares que no conocí.
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@amaponian, Cuicas para mí y para mis hermanos fue lo máximo. La infancia mas feliz del mundo.
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Toda una vida plasmada entre lineas e imagenes... al leer tu publicacion, recorde los viajes que realizara con mis padres y hermanos a un pueblo llamado Humocaro Bajo, ubicado en los andes larenses a poco mas de dos horas de Barquisimeto... los riachuelos, el ordeno de las vacas, el olor de la acemita y el cafe recien colado...
Gracias por compartir tus recuerdos de la infancia, saludos.
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Hola, @zeushispania, todos esos recuerdos permanecen intactos en mi memoria. Para mí todas esas vacaciones fueron una experiencia inolvidable, y más con los padres que tuve, que siempre dieron lo mejor de ellos para que nosotros estuviéramos bien. Gracias por leer mi post. Lo hice con mucho amor.
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